La Presidenta y Mauricio Macri se aprovechan de la misma ventaja: cuentan con las mayorías necesarias para cambiar las leyes en su propio beneficio. Ésta es la razón por la cual en el país y en la ciudad los gobiernos libran contra sus opositores una sórdida disputa sobre las reglas de juego que regirán la competencia.
El gremialista santafecino Rubén Cardoso, que en paz descanse, solía bromear con que «las elecciones no se ganan juntando votos sino contando votos». Cristina Kirchner , que accedió a la política de la mano del sindicalismo, se propuso convertir esa premisa en realidad. El kirchnerismo funciona en estas horas como un gran laboratorio en el que se ensayan recetas para, con el mismo caudal electoral, obtener una dosis más grande de poder. A escala porteña, Pro se embarcó en un experimento similar para retener la jefatura de gobierno. La Presidenta y Mauricio Macri se aprovechan de la misma ventaja: cuentan con las mayorías necesarias para cambiar las leyes en su propio beneficio. Ésta es la razón por la cual en el país y en la ciudad los gobiernos libran contra sus opositores una sórdida disputa sobre las reglas de juego que regirán la competencia. Dicho con las palabras de Cardoso, la señora de Kirchner y Macri aspiran a imponer un modo de contar los votos que les permita mejorar las chances de sus candidatos en las urnas.
Los alquimistas de la Casa Rosada son Carlos Zannini, Aníbal Fernández; su amigo, el director electoral Alejandro Tullio, y el eterno apoderado del PJ, Jorge Landau. Presas de un inesperado interés por el Mercosur, ya consiguieron establecer la elección directa de los parlamentarios de ese bloque regional. Gracias a este artificio, gobernadores que tienen vedada una nueva reelección aparecerán en las listas como mercodiputados.
Eso les permitiría empapelar con sus caras la provincia y, llegado el caso, atribuirse una victoria. Repetirían así una experiencia parecida a las de las candidaturas testimoniales del año 2009, cuando Daniel Scioli y Sergio Massa acompañaron a Néstor Kirchner en busca de una diputación a la que después renunciarían.
La reglamentación de la elección del Parlasur cobija un propósito menos presentable: revestir con fueros a un mayor número de funcionarios alterados por pesadillas judiciales. Se le habría encontrado de ese modo una función al menoscabado Mercosur: servir de madriguera.
Cristina Kirchner todavía no decidió si aprovechará esta elección de un cargo internacional para intervenir en la campaña. En el Gobierno confían en el atractivo que ella conserva en las capas sociales más desamparadas. Los sondeos les dan la razón. Sobre todo si se presta atención a un detalle metodológico. Cuando, en vez de llamar a teléfonos de línea, que escasean en los barrios sumergidos, se llama a celulares, la señora de Kirchner exhibe una significativa mejoría.
Esta comprobación y el desasosiego que sembró en Olivos el juez Claudio Bonadio con el allanamiento de Hotesur alimentan la hipótesis de que la Presidenta podría figurar en la boleta del Frente para la Victoria. El problema es en qué tramo de la boleta. Landau hizo una consulta informal con la Cámara Nacional Electoral para saber si convalidaría que el candidato al Parlasur aparezca en el primer tramo de la papeleta, prevaleciendo sobre el del candidato a presidente. En este caso, la señora de Kirchner sería la estrella del Frente para la Victoria.
El kirchnerismo es experto en estas jugarretas. La ciudadanía que vaya a las urnas para elegir al presidente descubriría que, en realidad, lo importante es seleccionar a los representantes para un exótico congreso regional.
La otra estratagema que analiza el equipo de Zannini se propone desbaratar a los adversarios. Consiste en prohibir que un candidato a gobernador pueda asociarse a más de un candidato a presidente. Casi todas las alianzas que se negocian en el campo opositor se basan en un esquema parecido: Macri y Massa recurren a un aspirante a la gobernación de UNEN, casi siempre de la UCR, y así compensan su falta de desarrollo territorial. Los casos más conocidos son los de Alfredo Cornejo en Mendoza, Gerardo Morales en Jujuy, José Cano en Tucumán o Eduardo Costa en Santa Cruz, que podrían figurar en la lista provincial de UNEN, del Frente Renovador o de Pro. Ellos repiten la experiencia de Carlos Ruckauf en 1999, cuando fue candidato a gobernador de Eduardo Duhalde y de Domingo Cavallo al mismo tiempo.
El argumento de los kirchneristas, sobre todo de Landau, es que el artículo 22 de la ley que regula las primarias prohíbe esas asociaciones. Ese artículo establece que un candidato no puede figurar en la lista de dos agrupaciones distintas. Sin embargo, esa norma regula las elecciones nacionales. Pero los candidatos a gobernador se rigen por el derecho electoral provincial. Por eso en algunos distritos, como Jujuy, se está reformando la ley electoral local.
La prohibición que pretende establecer el Gobierno provoca tensión en la oposición. Si está prohibido participar en más de una lista, los candidatos a gobernador del radicalismo deberán optar por un candidato a presidente. El del propio UNEN, Massa o Macri. Quiere decir que habrá dos presidenciables que quedarán sin representante en la provincia y, por lo tanto, tendrán que buscarse uno. El candidato que antes iba a llevar su nombre en tres partidos distintos tendrá nuevos competidores que lo debilitarán. Las posibilidades del Frente para la Victoria mejorarían aunque no aumentara el número de votos. Es un factor crucial, del que depende la cantidad de provincias que retenga el oficialismo para el próximo período presidencial. Ese número es todavía más relevante si el presidente no es un peronista.
Para algunos dirigentes de la oposición, sobre todo de Pro, la prohibición que pergeña el Gobierno sería providencial: ayudará a que los radicales acepten de una vez por todas una alianza de alcance nacional. Massa pretende participar en esa interna y tiene en el jujeño Morales a su principal abogado. Pero ese deseo ya desató una polémica entre los radicales, ya que muchos de ellos temen contaminarse con el pasado oficialista de Massa, que está muy fresco.
Los kirchneristas conocen la ventaja de que un candidato a gobernador figure en la lista de dos candidatos a presidente. En el cumpleaños de Juan Carlos Mazzón, que se celebró anteanoche en Mar del Plata, varios peronistas comentaron la posibilidad de que, para las primarias del 27 de agosto, la señora de Kirchner sea la postulante para el gobierno bonaerense de Daniel Scioli y de Florencio Randazzo. Un milagro de bilocación: según la clasificación de Capitanich, la Presidenta sería candidata de las corporaciones y de la democracia, al mismo tiempo.
Los que apuestan a esta martingala creen que sólo controlando el aparato bonaerense la Presidenta seguiría sentada a la mesa del poder y condicionaría a su sucesor. Sobre todo si se tratara de Scioli: el gobernador, que tiene previsto festejar su cumpleaños mañana en la opulenta estancia La Estrella, dejaría en La Plata sus archivos para que la señora de Kirchner los revise.
Este curso de acción exigiría a la Presidenta promover antes de irse la sanción de otro fondo del conurbano para romper la dependencia del gobierno nacional que hoy paraliza a Scioli. ¿Quedará a partir de este año una Nación debilitada y una provincia más rica? Esa discusión fue abierta por Massa y Francisco de Narváez, el nuevo propietario de Radio Colonia, quienes firmaron un acuerdo sobre un nuevo reparto de recursos en beneficio de los bonaerenses.
En la ciudad de Buenos Aires también se ha desatado una polémica sobre las reglas para elegir al jefe de gobierno. En 2013, Macri envió un proyecto a la Legislatura, que se trató en la última sesión del año, junto a la controvertida exención del impuesto a los ingresos brutos para los casinos de Cristóbal López. Fue para introducir las primarias en las elecciones locales. En noviembre Macri reglamentó el sistema, con la adopción del voto electrónico. Y el 29 de diciembre extendió la digitalización al sufragio y al escrutinio.
Estas innovaciones desataron una guerra judicial que tendrá una nueva instancia el jueves próximo en el Tribunal Superior de la ciudad. Como Cristina Kirchner, también a Macri sus opositores le reprochan manejar el sistema en su propio beneficio. Expresan así un estilo nacional que ya fue señalado por Martín Fierro: «La ley es como el cuchillo, no corta al que la maneja».
En el radicalismo se quejan de que el programa electrónico favorecerá a la lista del gobierno porteño. Sobre todo porque cuando el votante mire la pantalla se encontrará con opciones por partidos, que dejan ocultos a los candidatos. Ese diseño no sólo eclipsa a Martín Lousteau, una figura cuyo atractivo supera al de la sigla UCR. También fuerza una polarización entre Pro y el Frente para la Victoria, que son las dos fuerzas con más recursos para hacer publicidad.
El sueño de Macri es inducir a un ballottage en el cual su candidato a jefe de gobierno obtenga un triunfo de 70% sobre el kirchnerismo. La incógnita es cuál será ese candidato: Gabriela Michetti está decidida a competir con Horacio Rodríguez Larreta. Sólo le falta lo más difícil. Decírselo a Macri.
Fuente: Diario “La Nación”
Por: Carlos Pagni
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