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El morenismo rompe con Rivadavia
El matrimonio de los morenistas con la fracción gobernante rápidamente se desmoronó como un castillo de naipes. Una vez más, los egos y las fuertes personalidades encontradas impusieron sus reglas. Desde el principio el “rivadavianismo” no logró congeniar con políticos como Bernardo de Monteagudo, que utilizaba las páginas de La Gaceta para dar a conocer sus volcánicas y jacobinas opiniones. Este joven abogado fue uno de los promotores de una agrupación política conocida como “Sociedad Patriótica”, cuyo nacimiento se produjo en enero de 1812. Lo primero que hizo esta sociedad de intelectuales fue demostrarle al gobierno su independencia del poder resistiendo la presencia de veedores oficiales. Rivadavia, como era de esperar, sintió que su autoridad estaba siendo cuestionada.
La Sociedad Patriótica lejos estuvo de ser el principal problema de Rivadavia. El Estatuto provisional obligaba al gobierno a convocar a una Asamblea General con el objetivo de elegir un nuevo Triunvirato. Era, qué duda cabe, una prueba de fuego para Rivadavia. La Asamblea se reunió en abril para designar al sustituto de Paso. Rivadavia daba por descontado que la elección recaería en uno de sus hombres pero como siempre sucede en política, las sorpresas están a la orden del día. El elegido fue Juan Martín de Pueyrredón (en ese momento se encontraba en el norte), un dirigente que gozaba de una cualidad que seguramente perturbaba a Rivadavia: era independiente. Nadie, pues, podía manejarlo, manipularlo. Pero no fue la elección de este político prestigioso lo que más ofuscó a Rivadavia, sino la designación como suplente de Pueyrredón del doctor Díaz Vélez ya que las suplencias estaban a cargo de los secretarios, es decir, del propio Rivadavia. En esta ocasión el futuro primer presidente argentino no fue tenido en cuenta. Como se dice coloquialmente, lo “puentearon”. Herido en su gigantesco amor propio Rivadavia se valió del Triunvirato para informarle a la Asamblea que hasta tanto no se produjera el retorno de Pueyrredón a Buenos Aires, su lugar en el gobierno debía ser ocupado, tal como lo disponía el Estatuto, por el secretario más antiguo. La Asamblea decidió doblar la apuesta. Consideró que la pretensión de Rivadavia era por demás improcedente ya que ella, la Asamblea, revestía el carácter de Autoridad Suprema. El Triunvirato respondió con otro mandoble: expresó que lo decidido por la Asamblea era nulo e ilegal. En consecuencia, la disolvió. Rivadavia, qué duda cabe, no era timorato a la hora de tomar decisiones drásticas. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos la Sociedad Patriótica (el morenismo) se constituyó en oposición, abierta y frontal, a Rivadavia.
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Recalentamiento del frente externo
Para colmo, desde febrero (1812) el frente externo había empeorado. En efecto, la Banda Oriental se sacudió de nuevo por la guerra. El general Vigodet decidió pasar a la ofensiva especulando con el apoyo portugués y el avance de las tropas comandadas por Goyeneche. Se produjo entonces la ofensiva del caudillo Artigas mientras el Triunvirato decidía el envío de tropas a la Banda Oriental bajo la conducción de Manuel de Sarratea, allegado a Rivadavia. Lo curioso del caso fue que Sarratea lejos estaba de ser el hombre adecuado para tamaña misión dado su escaso nivel de conocimiento en materia militar. Es probable que el gobierno haya decidido valerse de Sarratea sólo para esmerilar la autoridad de Artigas, de quien sospechaba que mantenía relaciones con Paraguay, lo que era mirado con desconfianza por Buenos Aires.
Sin embargo, Artigas no constituía un peligro para Rivadavia y los suyos. Para Buenos Aires significaba una seria amenaza el apoyo portugués a Vigodet ya que ponía en riesgo la estabilidad del proceso revolucionario. La posibilidad de un intento destituyente protagonizado por Álzaga y otros españoles europeos, apoyados eventualmente por Vigodet y los portugueses liderados por Sousa, era altísima. Que Álzaga estuviera al frente del golpe no era casual: como buen español no toleraba a un gobierno de criollos que ejercían el poder a pleno y, para colmo, asfixiaban con gravámenes y perseguían con confinamientos a los españoles europeos. Además, el hecho de que las defensas militares de Buenos Aires fueran exiguas aumentaban las chances de éxito de los golpistas.
Pero se produjo un hecho aparentemente no previsto por los portugueses. Lord Strangord les advirtió que una intervención lusitana en el Río de la Plata atentaba contra los intereses británicos. En efecto, un aumento del dominio del príncipe Juan en esa zona implicaba para Gran Bretaña un duro competidor político, militar y económico. Tal diagnóstico lo condujo a presionar al gobierno portugués para que aceptara una mediación británica, lo que finalmente se produjo dada la fuerte dependencia de Portugal respecto de Inglaterra. Finalmente, el 26 de mayo de 1812 el mediador John Rademaker logró el armisticio en virtud del cual Portugal se comprometía a abandonar la Banda Oriental. Álzaga y Vigodet quedaron sin un apoyo fundamental. Meses más tarde, exactamente el 1 de julio, el Triunvirato descubrió un intento de golpe comandado por Álzaga. El 24 el gobierno aplicó el duro jacobinismo de Moreno y Castelli: ordenó la ejecución de Álzaga, quien se había comportado heroicamente durante las invasiones inglesas. Mientras tanto Belgrano recibía la orden de retroceder con su ejército hasta Córdoba para hacer más eficiente la defensa de Buenos Aires.
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El Pingüino
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