La banda de cuatro jóvenes que asesinó a Fabián Gutiérrez se enteró que el ex funcionario había vendido un camión en 25 mil dólares y una camioneta en un valor que se desconoce, por lo cual pusieron en marcha el plan que contemplaba la extorsión, no el asesinato. El grupo esperaba conseguir más de 50 mil dólares y el plan arrancó por la seducción de Facundo Zaeta. Esta es la hipótesis que está trabajando el juez Carlos Narvarte, quien investiga el crimen y tiene un imputado –Pedro Monzón– que ya declaró largamente, acompañó al juez en la búsqueda de pruebas y contó gran parte de los hechos.
La hipótesis es también sustentada por la familia de Gutiérrez a través de su abogado, Gabriel Giordano: «El móvil es un tema económico local», fue la fórmula que usó el letrado. Como es obvio, Monzón se desliga del homicidio en sí mismo e incluso afirma que no se quedó con dinero de la extorsión porque en ese momento se había ido. Habrá que ver si es cierto, pero en las últimas horas la abogada de Monzón, Soledad Scamperti, pidió ampliar su indagatoria. El magistrado no sabe aún si los asesinos accedieron a la caja fuerte de Gutiérrez porque se abrirá cuando esté la familia delante, algo que podría ocurrir este miércoles.
Durante la tarde del lunes y el martes, el juez Narvarte hizo varios allanamientos, secuestró una campera de Gutiérrez en una obra en construcción y un palo con el que le habrían pegado. El sherpa en esta búsqueda fue Monzón. Durante la jornada del martes siguieron los allanamientos y se mencionó la detención de una joven, pareja del principal acusado, Facundo Zaeta, pero no está claro si recuperó la libertad de inmediato. En cualquier caso, tuvo que entregar su celular. El juez también pidió todas las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona a la que se mudó Gutiérrez recientemente y de la cabaña en la que se encontró el cuerpo.
Para los investigadores, los jóvenes se enteraron que Gutiérrez vendió el camión y la camioneta, un negocio al que se dedicaba. La propia familia del ex secretario presidencial pensaba que seguía teniendo uno de los vehículos, pero la persona que compró la camioneta se presentó en el juzgado y relató la operación, todavía no registrada y en efectivo. Existe la sospecha de que Gutiérrez mismo le contó a Zaeta que tenía el dinero, como alarde en el juego de seducción.
Lo ocurrido después surge de las conclusiones de la autopsia. A Gutiérrez le pusieron un cable en la garganta y fueron apretando hasta que lo estrangularon. El ex funcionario estaba indefenso porque le habían puesto precintos en las muñecas y lo golpearon salvajemente. El magistrado piensa que el grupito esperaba encontrar todavía más dinero y esa habría sido la razón por la que lo torturaron. Creían, además, que Gutiérrez no iba a denunciarlos, pero todo derivó en una improvisada masacre en la que usaron un cuchillo encontrado en la vivienda y también un cable que estaba allí mismo. La idea es que el alcohol y tal vez las drogas jugaron su papel en el desenlace. Zaeta estuvo detenido en octubre porque llevaba encima 48 pastillas de LSD.
A las apuradas, parte de la oposición salió a instalar la idea de que podría tratarse de un crimen de connotaciones políticas, como si hubiera existido una planificación. Se habló de un tesoro K, pese a que Gutiérrez tuvo que renunciar a su cargo en enero de 2010, hace más de una década. También que se pretendió silenciarlo porque era un arrepentido relevante, cuando está claro que su declaración en la causa de las fotocopias de los cuadernos fue muy débil, casi intrascendente. Aún así, Gutiérrez hizo saber de distintas maneras que fue extorsionado por el fallecido juez Claudio Bonadio, quien lo amenazó con encarcelar a su madre y hermana. Su última participación judicial benefició a Cristina Kirchner porque destrozó la coartada con la que José López quiso involucrar a la ex mandataria en el origen de los nueve millones de dólares que López tiró en el convento de General Rodríguez.
El homicidio de Gutiérrez es todo lo contrario a un crimen planificado: no fue perpetrado por personas traídas de afuera, killers contratados, sino por jóvenes muy conocidos de El Calafate; no se usó un arma de fuego sino un cuchillo de cocina y un cable, y los autores dejaron rastros por todos lados, incluyendo ropa llena de sangre, huellas digitales, se les encontraron un televisor y un equipo de música que robaron, coinciden las marcas de los neumáticos de sus vehículos con las halladas en el lugar y está en marcha el análisis de material genético que supuestamente sumará evidencia. En la revisación médica se registraron las manos hinchadas de Facundo Zaeta y marcas en la cara, lo que hace suponer que fue el que más golpeó y contra el que peleó Gutiérrez por su vida.
Para el juez Narvarte, una clave ahora es establecer el papel de cada uno de los que participaron. Parte de las respuestas espera encontrarlas en los celulares. El de Gutiérrez es un Iphone, de manera que lo tendrá que desbloquear la Policía Federal, que es la fuerza que tiene el software para hacerlo. El análisis de los chats y tal vez la geolocalización de todos los celulares permita saber quién estuvo en la escena –la cocina–comedor de la vivienda de Gutiérrez– en el momento del crimen. Está claro que dos de los detenidos, Monzón y Maximiliano Gómez, les echan la culpa a los hermanos Zaeta, Facundo y Agustín. A ninguno se le encontraron dólares, pero los Zaeta estuvieron cerca de ocho horas borrando rastros, tirando los celulares, lavando la ropa y Agustín se estaba dando a la fuga cuando fue detenido.
Fuente: Página/12, 8/7/020
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