El presidente Alberto Fernández siguió los números de la primera jornada de la nueva cuarentena desde Olivos, que dejaron datos favorables como el de una baja en la circulación de vehículos, como menos gente en las calles y la mayoría de los comercios cerrados. Si bien no fue la postal del inicio de la cuarentena que se había puesto como objetivo de máxima, también se notó la voluntad de la gente de cumplir con lo ordenado y no hubo la desobediencia que se promovía desde algunos sectores. En el Gobierno imaginaban días duros por delante, con más fallecidos y cansancio por el encierro, pero aseguraban que esta primera jornada de la cuarentena estricta hasta el 17 de julio permitía ser optimistas en cuanto a su cumplimiento, que esperan se acentúe en los próximos días. El tema disonante fue la irrupción del secretario de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, en un control en Puente La Noria. La situación terminó por hartar al Gobierno que ya le reclama al gobernador Axel Kicillof que resuelva el asunto.
Se tramitaron la mitad de los permisos de circulación que los poco más de cinco millones que existían hasta el fin de semana. Si bien todavía estos certificados se pueden seguir requiriendo, era un primer número que entraba dentro de las proyecciones que se había trazado el Ejecutivo. Eso se tradujo que en el AMBA se registrara una baja de la circulación del alrededor del 30 por ciento y también hubo menos gente en el transporte público, según le comunicó el ministro del área, Mario Meoni, al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Aunque en este caso la merma no fue tan pronunciada porque las disposiciones respecto al transporte público -que sólo puede ser utilizado por trabajadores de alguna de las actividades esenciales- en verdad ya habían arrancado el lunes.
Lo mismo sucedió respecto a los comercios, que era un rubro que presentaba interrogantes. Las tiendas consideradas no esenciales habían conseguido subir las persianas recién en las últimas semanas, luego de que se le aprobara un protocolo sanitario, y ahora se les exigió volver a cerrar. «Los comercios respondieron bien», respondían en la gobernación bonaerense. Las calles comerciales de algunos de los principales municipios del Conurbano se habían mostrado en los últimos días con mucha circulación de gente y se convirtieron en motivo de preocupación. Por eso, anoche, el cumplimiento de la medida por los comercios era algo que se celebraba.
Respecto a la circulación de la gente en general, en la Provincia evaluaban con un «correcto». «Creemos que todavía hay que seguir bajando la circulación y estamos seguro que en los próximos días va a bajar», comentaban cerca de Kicillof. A la manera de autocrítica, reconocían que todavía debían trabajar en la mejora de los controles y en traspaso de los trabajadores esenciales al nuevo certificado para circular.
Por fuera la cuarentena, la agenda del Gobierno estuvo marcada por las cuestiones económicas. El Presidente participó a la mañana de la reunión del gabinete económico que se hizo en Olivos, un encuentro que hasta ayer se hacía en la Casa Rosada. Luego, Santiago Cafiero mantuvo varias reuniones con ministros con miras a la preparación del proyecto de presupuesto. En ese clima de trabajo, sonó totalmente disonante la irrupción a los gritos de Sergio Berni en un control en la General Paz.
Para empezar, en Gobierno destacaban la coordinación que habían conseguido armar para los controles entre las fuerzas de seguridad nacionales, las bonaerenses y las metropolitanas. El operativo había sido bosquejado en la reunión que se realizó el viernes pasado en la Casa de Gobierno de la que -lo resaltaban- Berni fue justamente el único ministro que no participó. Que después aparezca ante las cámaras de televisión gritándole a los policías, escandalizado porque un retén se había puesto en un lugar y él creía que tenía que estar en otro, era algo que a esta altura consideraban imperdonable. «Los controles estaban funcionando con las demoras lógicas, si le parecía que se debía hacer algún cambio podía llamar y avisar», comentaban en Gobierno.
Más allá de la interna que Berni busca alimentar con la ministra Sabina Frederic, en la Rosada lamentaban que el episodio diera pasto a los medios opositores para que enrarezcan el clima por la cuarentena y que de nuevo se hable de la incidencia de la vicepresidenta Cristina Kirchner en la gestión, dado que el secretario de Seguridad bonaerense dice responder a ella. «Ni le avisa a Kicillof que va a salir a hablar, hace lo que le parece. Queremos ser cuidadosos con el tema, pero la verdad es que es un problema que tiene Axel que debe solucionarlo», remarcaban cerca de Fernández.
Para el Gobierno se volvía fundamental no generar episodios que espesen el clima social. Saben que a la gente le exigen volver a una cuarentena rígida mientras esperan que el número de contagios y de fallecidos crezca en los próximos días, lo que seguramente disparará el malhumor. Frente a esto, el Ejecutivo se mostró trabajando en los planes económicos para la pospandemia, que entienden debe ser el tema que ocupe de la agenda de los próximos días y no las excentricidades de algún ministro con ansias de protagonismo.
Fuente: Página/12, 2/7/020
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