Es muy interesante analizar las movidas políticas de Sergio Massa. Se trata de una persona inteligente, huidiza, difícil de encasillar. Pero no deja ser uno de los tantos ejemplos del político que sabe adecuarse a los tiempos que corren, que tiene la habilidad de no hundirse nunca, como los corchos.
Sergio Massa fue Jefe de Gabinete de Cristina entre julio de 2008 y julio de 2009. Fue candidato testimonial en las elecciones de medio término en junio de 2009 que le dieron el triunfo en provincia de Buenos Aires a Francisco De Narváez. Luego de su salida del gobierno de CFK se transformó en un duro opositor. Cuatro años más tarde el tigrense le propinó a CFK una derrota que le significó el fin de su sueño de reelección indefinida. A partir de entonces siempre se jactó del hecho de que él paró el plan “Cristina eterna”.
En 2015 contribuyó con su participación en la competencia por la presidencia al triunfo de Mauricio Macri. Sus votos fueron muy importantes a la hora de inclinar la balanza a favor de Macri en la segunda vuelta. Como retribución a semejante favor el flamante presidente lo invitó a Davos en enero de 2016. En ese momento era el emblema de la oposición institucional, racional o como quiera llamársela. A partir de entonces y hasta 2018 el Frente Renovador fue un aliado fiel del macrismo en la Cámara de Diputados de la Nación. La gran mayoría de las leyes que Macri necesitaba para imponer su programa económico contaron con el visto bueno de los legisladores massistas.
Pero Macri siempre desconfió de Massa. Por algo le puso el apodo de “ventajita”. El Presidente siempre fue consciente de que la hipocresía y la simulación hacen a la esencia de la personalidad del ex alcalde de Tigre. Es por ello que no se debe haber sorprendido por el hecho de que el alejamiento de Massa del Gobierno nacional fue paralelo con el comienzo de la crisis económica. De golpe Massa se percató de los efectos dañinos del programa económico de Cambiemos. De repente se dio cuenta del incremento incesante de la pobreza y la indigencia. La crisis económica hizo “despabilar” a Massa.
Massa se dio cuenta de que ya no le convenía seguir siendo la cara visible de la oposición “institucional”. Pero tenía un serio problema: si pasaba a
ser la cara visible de una oposición frontal, dura, intransigente, corría el serio riesgo de que la opinión pública lo identificara con su antiguo enemigo: el kirchnerismo. De ahí al desmoronamiento de la “ancha avenida del medio” había un paso. Pero como siempre sucede en política, la realidad amenazó con llevárselo puesto. Entonces Massa, rápido de reflejos, tomó la decisión de abrir la puerta de una negociación con el kirchnerismo. Pese a que tiene mucho menos poder que CFK, su 15% de intención de voto y el respetable número de diputados nacionales que le responden obligarán al kirchnerismo a no subestimarlo.
Creo que Massa tomó semejante decisión porque no tenía otra alternativa. Si se quedaba en Alternativa Federal su candidatura presidencial hubiera quedado condenada al fracaso. Hubiera sufrido una nueva y dura derrota, similar a la del 2015. Al no quedarse en Alternativa Federal no le quedó más remedio que acercarse a su “amigo” Alberto Fernández y a la ex presidente. A partir de ahora darán comienzo unas negociaciones que no será fáciles. Si realmente Massa cree en lo que dijo ayer en Parque Norte hará todo lo que esté a su alcance para facilitar la conformación de un gran frente opositor que destrone a Macri en octubre. Y Alberto Fernández y CFK deberán hacer otro tanto. Porque si no lo hacen y todo estalla por los aires habrá alguien que comenzará a descorchar varias botellas de champagne: Mauricio Macri.
El Pingüino
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