Guido Di Tella acuñó la tristemente célebre frase “relaciones carnales”. Lo hico cuando era canciller de Menem al comienzo de su primera presidencia. Utilizando una expresión típica de la relación sexual entre dos personas el inteligente dirigente menemista cometió un sincericidio político: reconoció públicamente que la Argentina había pasado a ser una amante-de cuarta categoría, realmente-del gran macho del mundo, Estados Unidos. El gobierno menemista se había volcado hacia el alineamiento incondicional con los EEUU, una decisión que si bien reprobable desde el mundo de vista moral, era muy lógica desde el ángulo de las relaciones internacionales. Hacía poco se había desmoronado el Muro de Berlín, emblema del estalinismo y en poco tiempo más implosionaría la URSS. A raíz de ello emergió EEUU como la única megapotencia a nivel planetario y el neoliberalismo como única y valedera ideología mundial. En ese escenario Menem tenía delante de sus narices dos opciones: 1-mantener la fidelidad a la bandera histórica del peronismo en relaciones internacionales-la tercera posición- y 2-adecuarse al nuevo mundo. El riojano optó, astutamente, por la segunda opción. Enarboló la bandera neoliberal al mejor estilo de Margaret Thatcher, como si hubiera sido un discípulo de Hayek toda su vida. No obró por convicción sino por conveniencia. Y, la verdad sea dicha, le salió bien porque durante gran parte de su reinado el mundo occidental lo alabó sin rodeos, lo que se tradujo en una montaña de dólares que garantizaron la supervivencia de su gobierno durante una década y media.
Su sucesor, Fernando de la Rúa, continuó con las relaciones carnales. Pero hubo una gran diferencia: el macho del mundo no confiaba en él. Si bien no dudaba de sus intenciones de continuar el alineamiento incondicional inaugurado por Menem, lo hacía respecto a su capacidad para garantizar la gobernabilidad de su gobierno, para controlar al peronismo en la oposición. Los hechos le dieron la razón. Pese a la pleitesía que le rindió durante sus dos años de gobierno, al final De la Rúa se quedó sin el apoyo de EEUU debiendo renunciar en uno de los finales de gobierno más caóticos de la historia argentina. Una vez en la Rosada, Duhalde intentó continuar con la misma política exterior pero ya no era lo mismo. Ahora Estados Unidos no confiaba ni en su plan de gobierno ni en su persona. Ello explica el maltrato que el FMI le dispensó durante su traumática presidencia. Agobiado y presionado por la tragedia de la estación Avellaneda, el bonaerense adelantó las elecciones presidenciales para abril de 2003.
El 25 de mayo de 2003 asumió Néstor Kirchner quien rápidamente dejó en claro que las relaciones carnales habían llegado a su fin. En su memorable discurso de asunción del 25 de mayo de 2003 enfatizó que la Argentina había decidido no continuar siendo la amante de cuarta categoría del macho del mundo. Lo notable del caso fue que el patagónico se lo dijo en la cara al mismísimo presidente W. Bush en la Cumbre de Mar del Plata a fines de 2005. A partir de entonces el kirchnerismo se ganó la “desconfianza” primero de W. Bush y luego de Barack Obama quien acusó a Cristina Kirchner de ser una presidente antinorteamericana.
Con Mauricio Macri en la Rosada retornaron las relaciones carnales. Pero a diferencia de Menem, Macri decidió ser el partenaire primero de Obama y luego de Trump pura y exclusivamente por convicción. A Macri le encanta ser el sujeto pasivo de estas nuevas relaciones carnales. Cree sinceramente que postrándose ante los EEUU logrará que el mundo desarrollado tenga en cuenta a la Argentina. Asumió convencido de que una vez sentado en el sillón de
Rivadavia lloverían las inversiones foráneas. En ese momento no entendió-y sigue sin entenderlo-que el mundo era diferente al de los noventa. Los EEUU ya no son la megapotencia mundial, el macho del mundo. Ahora hay dos nuevos machos mundiales, Rusia y China. Para colmo, en 2016 ganó las elecciones presidenciales Donald Trump enarbolando la bandera del más crudo proteccionismo. Frente a semejante panorama Macri siguió enarbolando la bandera del más puro libre comercio. Su política económica sufrió un duro golpe a comienzos de 2018 cuando Wall Street decidió no continuar financiando el endeudamiento alocado. Meses más tarde acudió de rodillas al FMI para que lo salvara del derrumbe. Fue entonces cuando las relaciones carnales pasaron a ser relaciones sadomasoquistas (*). Hoy el vínculo con el FMI-con EEUU, en realidad-es lisa y llanamente patológico. Hay mucho sadismo en el gobierno, tal como lo traicionó el subconsciente al ministro Dujovne-“no es que nosotros seamos sádicos”, dijo hace poco-. Y también da la sensación de que al gobierno le gusta ser maltratado por el FMI dejando al descubierto su lado masoquista. Vale decir que al gobierno le gusta hacer sufrir al pueblo y le encanta ser torturado psicológicamente por Lagarde. Qué duda cabe que estamos siendo gobernados por psicópatas.
(*) Ver el escrito sin firma publicado por Página/12 el 15/9/018 titulado “Una relación sadomasoquista”.
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