La semana pasada el dólar trepó hasta los 42 pesos para luego “estabilizarse”, venta de reservas mediante, en 38$. Atrás habían quedado el lánguido mensaje presidencial y la increíble frase del ahora devaluado Marcos Peña: “este modelo económico no ha fracasado”. La verdad es que sí fracasó. Y de manera estruendosa. Prueba de ello lo constituye la frenética sucesión de reuniones en la Quinta de Olivos convocadas para el fin de semana por un presidente aturdido y desorientado. Cómo habrá sido la urgencia de la convocatoria que hasta fue invitada la cúpula radical. Como sucede en estos casos un sinfín de rumores aturdieron a los argentinos. Lo cierto es que el presidente tomó la decisión de eliminar varios ministerios para brindar una imagen de racionalidad económica a los mercados y al FMI. Vale decir que no lo hizo por convicción sino apremiado por las circunstancias.
El lunes por la mañana, exactamente un cuarto de hora antes de que comenzara a funcionar el sistema financiero, Mauricio Macri se dirigió a la población. Habló casi media hora. Un logro extraordinario, realmente. Su contenido era previsible y, sin embargo, no dejó de asombrar. Resulta por demás evidente que el presidente se niega a aceptar que el drama que hoy sacude a millones de argentinos es consecuencia directa de la política económica ortodoxa que viene aplicando a partir del 10 de diciembre de 2015. Una vez más, aludió a factores exógenos-la guerra comercial entre EEUU y China, la depreciación de la lira turca y del real-y factores naturales-la sequía-. También mencionó a los cuadernos Gloria, a los que consideró el símbolo de la corrupción K. Fue increíble escucharlo pontificar acerca de la necesidad de contar con un Estado limpio, transparente. Justamente él, cuyo apellido figura en los Panamá Papers.
Durante algunos pasajes de su alocución tuvo en cuenta al pueblo. Fue toda una sorpresa ya que hasta ahora siempre lo ignoró. Ahora parece que los argentinos somos importantes y que Macri nos cuida y protege. Incluso aseguró que estaba dispuesto a dar la vida por nosotros. Confieso que al escuchar esto comencé a desternillarme de risa. ¡No puede ser tan caradura! Lamentablemente lo es.
Luego de su discurso le tocó el turno al ahora ministro de Economía, Nicolás Dujovne, cuya palabra está más devaluada que nuestra moneda. Sólo habló de ajustar, ajustar y ajustar. Nada novedoso, por cierto. Al rato, los medios publicaron una foto donde se lo ve al presidente en la Rosada rodeado por su flamante gabinete, compuesto ahora por 10 ministros. Entre otros ministerios, desapareció el de Salud, lo que demuestra el poco valor que Macri le otorga a la salud pública. Al margen de este “detalle”, cabe destacar que los flamantes ministros son los mismos que lo vienen acompañando a Macri, algunos desde el principio y otros desde hace menos tiempo. No hubo tal cosa como recambio ministerial sino tan solo fusión de ministerios en uno solo, como es el caso del ministerio de Desarrollo Social que lidera Carolina Stanley. Es pura cosmética política. O, si se prefiere, puro gatopardismo.
Lo cierto es que ni las palabras presidenciales ni las de Dujovne convencieron a los mercados ya que el dólar, que estaba a las 10 de la mañana en 38$, trepó hasta los 39,65$ promediando la tarde, lo que obligó al Banco Central a vender 100 millones de dólares de las reservas sobre el cierre de la jornada para calmar a la fiera. Finalmente, el dólar cerró en 38,95$ según Ámbito Financiero, es decir 39$. Evidentemente, los mercados le han bajado el pulgar al gobierno nacional cuando falta una eternidad (un año) para las PASO que definirán, casi con seguridad, quién será el próximo presidente de todos los argentinos.
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