Largaron!!!!. Mauricio Macri y Cristina Kirchner, los dos cuadros políticos más importantes del país, se lanzaron de lleno a la campaña electoral rumbo a 2019. La incógnita es si ambos eligieron deliberadamente este momento para hacerlo o fueron forzados por las circunstancias. Creo que la segunda hipótesis es la más valedera.
La holgada victoria obtenida por el gobierno nacional en 2017 marcó el punto máximo de esplendor del oficialismo. Ganador en los distritos más relevantes del país, el presidente de la nación estaba, y con razón, exultante. El pueblo, pese a soportar la dureza del ajuste permanente, había decidido extenderle un voto de confianza y, de paso, castigar nuevamente a la ex presidente. En ese momento todos daban por descontada la reelección de Macri. La principal oponente había perdido en provincia de Buenos Aires y en el resto del país el peronismo había cosechado magros resultados. El presidente tenía el país servido en bandeja, como tantas veces ocurrió con otros presidentes.
Lamentablemente, Macri no aprendió de experiencias ajenas. Por el contrario, cometió el mismo pecado que sus predecesores: se la creyó. Y ya se sabe que la soberbia es una pésima consejera. Creyéndose un príncipe todopoderoso, el presidente no tuvo mejor idea que arremeter contra los jubilados y pensionados, el sector más débil de la sociedad. La penosa aprobación de la ley de reforma previsional en diciembre pasado señaló el comienzo del fin de la luna de miel. Sin embargo, el presidente no se dio por enterado. Recién aterrizó de emergencia a comienzos de enero cuando Wall Street le informó que se cortaba el grifo. De golpe, el gobierno se quedó sin financiamiento externo. A partir de entonces, el gobierno entró en un laberinto del que aún no logra salir. El mundo financiero, tanto nacional como internacional, le dijo que le había perdido la confianza. En abril, ese estado de ánimo se tradujo en una fenomenal corrida cambiaria que duró varias semanas. Desesperado, el presidente le imploró ayuda al FMI. Esa decisión no hizo más que profundizar el calvario.
Para colmo, el oficialismo comenzó a observar con estupor la crecida sin prisa pero sin pausa de la imagen positiva de Cristina, en forma paralela con una caída, también sin prisa pero sin pausa, de la imagen positiva de Macri. El gobierno llegó a la conclusión que algo drástico había que hacer para torcer el curso de los acontecimientos. Fue entonces cuando aparecieron los cuadernos Gloria. Qué mejor táctica, habrá pensado el oficialismo, que recrear el escenario previo al ballottage de 2015. Cristina, que hasta entonces se había mantenido en silencio y casi en el ostracismo, fue puesta de prepo en el centro del ring. Ahí fue cuando comenzaron sus respectivas carreras electorales Macri y la ex presidente.
Lo que pretende Macri es muy simple: que el tema único que domine la competencia por las presidenciales de 2019 sea la corrupción kirchnerista. Por su parte, lo que busca Cristina es que el tema único de discusión sea el escenario recesivo que ya se ha instalado y que permanecerá durante una larga temporada.
De manera pues que, salvo que surja algún improbable nuevo candidato de verdad, Macri y Cristina lucharán por el poder en 2019. Si bien ambos se vieron obligados a adelantar la competencia- Macri por la situación económica y Cristina por los cuadernos-, lo cierto es que estamos en presencia de un escenario sumamente complejo que impide por el momento hacer todo tipo de predicciones.
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