«(Lino) Barañao ya fue ministro con Cristina y ahora milagrosamente sigue con (Mauricio) Macri. Es evidente que es el ministro de Monsanto y de las multinacionales, de otra forma no se explica su continuidad». El concejal justicialista Osvaldo Miatello no se guardó nada a la hora de responder los dichos del ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, quien durante su paso por la ciudad la semana pasada afirmó que cuando los concejales rosarinos prohibieron el uso del glifosato «carecían de información adecuada».
Miatello, que preside la comisión de Ecología del Concejo Municipal, agregó además que Barañao «desconoce el principio precautorio», un argumento legal que explicita que en caso de sospecha de daño provocado por alguna sustancia —en este caso el glifosato— hay que demostrar su inocuidad antes de usarlo, y no utilizarlo hasta que se demuestre su inocuidad.
«El ministro dice que no está demostrado que ese herbicida hace mal, pero se olvida del principio precautorio que establece que tiene que ser al revés: primero hay que demostrar que determinada sustancia no hace daño», remarcó.
También recordó que hace pocos años la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al glifosato (el herbicida más utilizado en el mundo y el producto estrella de la estadounidense Monsanto, multinacional recientemente adquirida por la alemana Bayer) «probablemente cancerígeno». «A nosotros no se nos ocurrió de la nada este proyecto, que por otra parte fue votado por unanimidad por los concejales y luego fue promulgado por la intendenta», subrayó.
La semana pasada, durante su participación en la cumbre científica mundial Science20 que se realizó en Rosario, Barañao afirmó que los ediles locales «evidentemente no tenían información adecuada» cuando decidieron prohibir el uso del herbicida dentro de los límites de la ciudad, ya que —consideró— «a nivel global no existe evidencia de que el glifosato usado correctamente produzca daños».
«Hay que presentar las cosas sobre la base de la evidencia, y a nivel global no existe evidencia de que el glifosato usado correctamente produzca daños», dijo en ese momento el ministro.
Esas declaraciones a Miatello le parecieron «una falta de respeto» y una demostración de que «Barañao evidentemente defiende los intereses de las empresas que producen glifosato».
El edil también se quejó de «los funcionarios porteños que tienen la costumbre de decirnos por los medios lo que tenemos que hacer. El ministro opinó livianamente sin ni siquiera hablar con nosotros», expresó.
Debate
Desde la comisión de Ecología proponen abrir el debate no sólo sobre el uso del glifosato sino sobre la sustentabilidad del modelo agropecuario argentino, fuertemente dependiente de los insumos químicos.
En ese sentido, organizaron un panel sobre alternativas al actual modelo agropecuario para el próximo viernes 10 de agosto, del cual participarán el decano de la Facultad de Ciencias Agrarias, Guillermo Montero; el ingeniero agrónomo experto en agroecología, Eduardo Cerdá, y el dirigente rural Pedro Peretti.
«Queremos debatir sobre otro modelo agropecuario y por supuesto son lícitas otras opiniones, pero no nos gusta que nos descalifiquen y que nos digan que tomamos resoluciones sin haber ni si siquiera hablado con nosotros», repitió Miatello en relación a los dichos de Barañao.
El concejal agregó que, por otra parte, Rosario no es una excepción y hay otras ciudades del país y naciones como Francia que avanzan en legislación que prohíbe el uso del glifosato.
«Esto es un tema de discusión constante en Europa, donde Francia marcha hacia una prohibición del glifosato en pocos años. A nadie se le ocurre prohibir un producto sin sospechas previas de lo que se está usando», destacó.
La decisión francesa de prohibir ese herbicida a partir de 2022 puede condicionar las compras europeas de productos agrícolas argentinos en un futuro cercano. En una nota publicada por el suplemento Mas de este diario el 8 de julio pasado, el embajador francés en Argentina, Pierre Henry Guignard, lo decía así: «En algún momento los productores agrícolas argentinos tendrán que tomar en cuenta la expectativa de sus mercados para vender. Ya hemos tenido problemas con Estados Unidos por el tema de las hormonas en la carne que usan los productores estadounidenses, y eso hizo que esa carne no se vendiera más en Europa. El productor se tiene que adaptar para vender».
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