Estamos pasando un momento muy delicado. La plata vale muy poco, lo que impide a la inmensa mayoría de los argentinos llegar a fin de mes. Cada vez que observamos en el piso de nuestro hogar una nueva factura o un nuevo impuesto, nos estremecemos. Muchas familias deben optar entre pagar impuestos o comer. Así es el presente argentino. Un presente triste y dramático que, lamentablemente, será más complicado en los meses venideros. Lo único positivo es que por fin el gobierno se ha percatado de ello. El 1 de marzo de este año el presidente de la nación había asegurado que lo peor había pasado. La realidad se encargó rápidamente de demostrarle lo contrario. En abril se desencadenó una corrida cambiaria que devastó el peso y el bolsillo de la clase trabajadora. En abril el dólar valía 20$; hoy vale 28$. Una devaluación muy fuerte que ha implicado un abrupto descenso de la calidad de vida de muchos compatriotas. En las últimas horas uno de los hombres con influencia dentro del gobierno, Marcos Peña, por fin reconoció que de aquí a fin de año el panorama económico será más sombrío.
Los argentinos estamos sufriendo las consecuencias del plan de ajuste de Mauricio Macri, ahora financiado por el Fondo Monetario Internacional. No se trata de una maldición divina ni del enojo de la naturaleza. La zozobra que estamos padeciendo es consecuencia de las decisiones que en materia económica viene tomando el presidente y el mejor equipo de los últimos 50 años a partir del 10 de diciembre de 2015. Nos puede servir quizá de consuelo el hecho de que Argentina no es el único país que ha padecido al FMI. Uno de los casos más recientes y resonantes es el de Grecia, que quedó inmerso en una crisis política y económica muy profunda por haber aplicado las recetas fondomonetaristas.
Lo notable de la Argentina es que no es la primera vez que un gobierno acude al FMI. A partir de 1957 y hasta 2006, cuando Néstor Kirchner decidió pagar al contado la deuda con el Fondo, se sucedieron varios acuerdos con el prestamista de última instancia protagonizados por gobiernos militares, peronistas y radicales. De manera pues que tenemos una vasta experiencia en este sentido. Y siempre el resultado fue el mismo: abrupta caída del salario, inflación, recesión y desempleo. Sin embargo, nos empecinamos en seguir pidiendo socorro al FMI periódicamente, como si nos hubiéramos olvidado de nuestra historia.
Y ahí está, me parece, el meollo de nuestra tragedia. Los argentinos tenemos una memoria histórica muy endeble, tan frágil como una libélula. Nos olvidamos rápidamente de lo que significó para nosotros un gobierno tutelado por el FMI. Cuesta creer que las nuevas generaciones no recuerden-o directamente ignoren-lo que pasó en nuestro país en 2001. Porque si lo recordaran probablemente no tomarían tan a la ligera la decisión del presidente de pedir ayuda a Christine Lagarde, actual mandamás del FMI. Porque lo más probable es que cometamos los mismos errores que nos condujeron al estallido de diciembre de 2001. Ya lo sentenció Albert Einstein: sólo alguien que no está en su sano juicio puede pretender obtener resultados diferentes utilizando los mismos métodos. Si en 2001 por seguir las recetas del FMI el gobierno de De la Rúa se estrelló, ¿por qué no habría de hacerlo el de Macri si no hace más que seguir los mismos pasos que De la Rúa?
De ahí la imperiosa necesidad de recordar lo que nos pasó en ese caótico 2001, porque por lo menos nos servirá para tener la guardia en alto, para evitar que la tragedia que se avecina nos tome por sorpresa. A fines de 2000 Fernando de la Rúa anunció un mega acuerdo con el FMI que pasó a la historia con el nombre de “Blindaje”. Fueron casi 40 mil millones de dólares que se esfumaron en pocos meses. ¿Cuál fue el destino de esa montaña verde? Nadie lo sabe. Agobiado por la crisis, en marzo de 2001 José Luis Machinea, ministro de Economía, presentó la renuncia. Su lugar fue ocupado por Ricardo López Murphy, quien lo primero que hizo fue anunciar un severo plan de ajuste. A las dos semanas de haber asumido presentó la renuncia. Su lugar fue ocupado por Domingo Felipe Cavallo, quien asumió con superpoderes. Lamentablemente, su actuación fue calamitosa. El megacanje y el déficit l0 terminaron en un estruendoso fracaso. Cuando todo parecía estallar por los aires, impuso el corralito que, en la práctica, significó la confiscación del dinero depositado en los bancos por miles y miles de pequeños y medianos ahorristas. Fue el principio del fin. Abandonado por el FMI y sin respuestas que brindar a la sociedad, Fernando de la Rúa renunció el 20 de diciembre.
¿Correrá Mauricio Macri la misma suerte que De la Rúa? Aparentemente cuenta con un mayor respaldo del establishment y del FMI. Además, el año pasado logró vencer electoralmente. Pero conviene no subestimar la crisis económica que se desató luego de que Wall Street decidiera no continuar financiando su gobierno. Cada vez la Argentina de 2018 se parece más a la Argentina de 2001. Ojalá yerre en mi diagnóstico pero conviene ser precavidos. 2001 está demasiado cerca. Tenemos la obligación de recordar lo que pasó entonces. Porque como alguien dijo alguna vez “pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo”.
Más historias
La dramática y fascinante historia argentina Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810
La dramática y fascinante historia argentina Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810
La dramática y fascinante historia argentina Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810