El gobierno atravesó una semana difícil, obligado a dar marcha atrás con iniciativas clave como el viscoso acuerdo por el Correo Argentino y el fallido intento de aplicar una “corrección” al cálculo de la siempre sensible movilidad jubilatoria.
Hay quienes arriesgan que lo peor tal vez ni siquiera hayan sido estos traspiés, sino una indisimulable falta de coordinación en las políticas públicas, ausencia de pericia en miembros del gabinete y hasta un aflorar de internas palaciegas, siempre potenciadas cuando se profundizan los problemas.
En una Argentina acostumbrada a un presidencialismo a veces sobredimensionado, Mauricio Macri corre el riesgo de que esos errores terminen complicando su liderazgo y minando la alianza Cambiemos que lo catapultó al poder.
Un ejemplo: la voz de alarma sobre el cambio que el golpeado jefe de la Ansés, Emilio Basavilbaso, intentaba hacer para ajustar la “matemática” en el cálculo de los ajustes en jubilaciones, pensiones y la asignación por hijo no la dio la oposición, sino que recibió el fuego amigo de Elisa Carrió.
Los gritos e insultos de Lilita por ese tema en la Cámara de Diputados, al final de la trabajosa aprobación de la ley de ART, sorprendieron a propios y extraños.
La diputada, a esta altura algo parecido a la “reserva moral” de Cambiemos, exigió no tocar lo que consideraba sagrado (la movilidad votada en su momento por el Congreso), y hasta sugirió que el responsable de tamaña blasfemia debía renunciar.
En el núcleo duro del macrismo se encendieron las alarmas, se dio marcha atrás a la velocidad del rayo con la medida y hubo llamados de Macri y Basavilbaso a Lilita para calmar las aguas.
Enseguida se diseñó una estrategia de contención de daños: recordaron que fue este gobierno el que impulsó la reparación histórica de la deuda con los jubilados que el kirchnerismo se negaba a cancelar, y que se utilizó la plata de un blanqueo de capitales que todo indica llegará a los 140.000 millones de dólares, según cree el jefe de la Afip, Alberto Abad.
Este episodio sirvió también para desnudar celos e intrigas en la alianza de gobierno: la otra pata política de Cambiemos, el radicalismo, no se quedó atrás en los cuestionamientos, y un grupo de referentes, encabezados por Mario Negri, cuestionó lo que calificó de política de “ensayo y error”.
Aludían a la recurrente estrategia oficial de admitir equivocaciones y rectificarlas, una práctica sana en cualquier actividad, pero riesgosa si se la empieza a utilizar a repetición en la impiadosa arena de la política.
Negri advirtió que el “cúmulo de errores desgasta” y se animó a decir lo que muchos radicales piensan: “No puede ser que la única voz que se escuche sea la de Carrió”.
Así, Macri corre el riesgo de que se le abran frentes internos en su alianza de gobierno, en un momento crucial, ya que necesita a toda la tropa alineada de cara a las legislativas de este año.
El radicalismo desempeñó un rol decisivo en la provincia de Buenos Aires, porque su despliegue territorial potenció el huracán Vidal y permitió lograr el triunfo menos pensando en el distrito más grande del país, que terminó empujando a Macri a la presidencia.
Por eso el jefe del Estado no puede darse el lujo de hacer crecer la zozobra en su alianza con el partido de Alem, y tal vez eso explique que no haya hecho lugar a quienes le recomendaban eyectar del gobierno a Oscar Aguad, el ministro de Comunicaciones cuestionado por el manejo que se hizo en el caso del Correo Argentino.
Que por ahora continúe en el cargo no borra cierta impericia de Aguad, cuyas declaraciones sobre el conflicto no habrían caído demasiado bien en la Jefatura de Gabinete.
“Yo se lo informé a Marcos Peña”, dijo el ministro cuando le consultaron por el affaire Correo.
La respuesta del poderoso jefe de Gabinete pareció un latigazo y sugiere que el tema no quedó ahí: “Sí, él me lo contó al pasar”, dijo Peña.
“La conversación”
Finalmente, el presidente Macri logró una ansiada comunicación con su par norteamericano, Donald Trump, ya que habían hablado en enero pero sólo para una felicitación formal por el triunfo electoral.
La conversación –el que llamó fue Trump– tuvo una duración interpretada inicialmente con gusto a poco (5 minutos cuando estaba previsto que fueran 15), pero Macri puede darse por satisfecho, ya que logró definiciones relevantes de su esperado contacto con el histriónico “líder del mundo libre”, como le gusta llamar a sus mandatarios al establishment de Washington.
Por un lado acordó un encuentro cara a cara y, por el otro, la Casa Blanca publicó un comunicado sobre la llamada en el cual destacó el “liderazgo” que el presidente argentino desempeña en la región.
En el llamado “readout”, un documento al que el gobierno norteamericano sube las conversaciones oficiales del presidente, la administración Trump lanzó ese elogio y destacó el “fuerte y duradero vínculo bilateral entre Estados Unidos y Argentina”.
Lo más probable es que la bilateral se concrete en mayo, en una escala del viaje que Macri tiene programado a Japón y China, pero dependerá de lo que terminen de coordinar la canciller Susana Malcorra y su par norteamericano Rex Tillerson, quienes ya tuvieron un primer contacto por este tema en Alemania.
Un dato anecdótico: en parte de esos cinco minutos de charla Trump se hizo tiempo para preguntarle a Macri por la “salud” de su padre, Franco, a quien le impidió en los 80 hacer negocios inmobiliarios en Manhattan.
Y según el gobierno argentino, también abordaron la compleja situación que atraviesa Venezuela.
Esa mención le valió a Macri otra embestida de la combativa canciller venezolana Delcy Rodríguez, quien lo tildó de “fracasado”.
Milani disparó más cruces
La detención del ex jefe del Ejército durante el kirchnerismo César Milani reavivó los cruces entre Cambiemos y sectores que impulsan la candidatura a senadora de Cristina Kirchner en las próximas elecciones, aunque con matices.
Como casi siempre, Carrió lideró la embestida del oficialismo y subió la apuesta, al sostener que Milani –acusado por secuestro y torturas de tres personas durante la última dictadura– fue “partícipe necesario en la muerte de (Alberto) Nisman”.
Acostumbrada a hablar sin vueltas, en un mismo paso la diputada no sólo le pasó factura al kirchnerismo por haber tenido a Milani como hombre fuerte, sino que también dio por hecho que Nisman fue asesinado, un tema sobre el que la Justicia aún no se expidió.
Por el lado de la ahora oposición, el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, socio de Milani en un emprendimiento gastronómico, sugirió que todo se trata de una persecución y un tiro por elevación a la ex presidenta, aunque no usó el énfasis acostumbrado.
“Supongamos que Milani está bien detenido, ¿y (Héctor) Magnetto cómo está libre?, lo ha acusado el Estado argentino”, disparó Moreno.
Pero no fue la única lectura proveniente de los ultra K: el diputado por el Frente para la Victoria y nieto recuperado Juan Cabandié dijo en cambio haber recibido “con alegría” la detención de Milani y negó que sea un hombre cercano a Cristina.
Incluso, afirmó que el arresto se produjo “gracias a la política de derechos humanos que impulsaron Néstor y Cristina Kirchner”.
Quedó claro que la detención generó incomodidad en el kirchnerismo, y también que en Cambiemos lo observan como la posibilidad de correr de la agenda temas que complican.
Es que la política argentina es puro vértigo. ¿O hasta altura alguien se acuerda del caso que incomodó al jefe de la AFI, Gustavo Arribas?