Han pasado tres meses desde la asunción de Mauricio Macri. Según varias encuestas publicadas en las últimas horas su imagen cayó entre cinco y diez puntos, lo que indica un claro desgaste en un tiempo muy corto.
En este período el flamante presidente tomó decisiones drásticas, en especial en el terreno económico, pero que eran absolutamente predecibles. Apenas asumió el 10 de diciembre lo primero que hizo Macri fue eliminar las retenciones que tanto molestaron al “campo” durante la época kirchnerista. Lo hizo acompañado por María Eugenia Vidal, siempre sonriente. De esa forma, en un abrir y cerrar de ojos el poder agropecuario ganó una fortuna. Para que los grandes exportadores no se pusieran celosos, días más tarde devaluó la moneda en un 40% lo que en la práctica significó una gigantesca transferencia de recursos de los sectores populares a los sectores concentrados. Como siempre aconteció en el país cada vez que se devaluó, el resultado fue un incremento de los precios, es decir, inflación. Pese a su obsesión por eliminar este flagelo, el presidente Macri, al menos hasta ahora, no ha hecho más que alimentarla. Luego llenó los bolsillos de las empresas encargadas de algunos servicios básicos, como la luz y el gas, permitiendo que sus dueños eleven sideralmente las facturas lo que en la práctica significó un atentado contra el bolsillo de los trabajadores. Para colmo, en el caso del servicio eléctrico, durante todo el verano se cuentan por miles los usuarios que soportaron crueles e inhumanos cortes de energía. Luego de enriquecer aún más a los más ricos, el presidente Macri se dedicó a hacer una de las tareas que más le apasiona: despedir trabajadores del sector público. Con el pretexto de que eran ñoquis y/o militantes kirchneristas, desde que Cambiemos es poder en el país se cuentan por miles los empleados públicos despedidos. En las últimas horas se conoció la decisión de la vicepresidente Gabriela Michetti de anunciar más despidos en el Senado de la Nación. Utilizando como lema la necesidad de achicar el estado, Michetti y el resto de quienes acompañan a Macri pusieron manos a la obra. Nadie sabe a ciencia cierta el número exacto de empleados públicos despedidos, pero la verdad es que son varios miles. Para peor, como consecuencia del enfriamiento de la economía a raíz de estos despidos y con la consiguiente disminución del poder de compra de la sociedad, las empresas privadas comenzaron a despedir trabajadores. Igual que durante la década de los noventa. Pensar que Macri no se cansó de asegurar durante la campaña electoral que una de sus prioridades sería la de cuidar el trabajo de los argentinos. Puro cinismo.
Otra de las promesas de Macri fue la de respetar la pluralidad ideológica, en especial en el ámbito de los medios de comunicación. Si alguien creyó que Macri, una vez en la presidencia, respetaría esta promesa, pecó de ingenuo. A partir del 10 de diciembre pasado el gobierno macrista puso en ejecución una política de persecución ideológica implacable y feroz. Hoy Radio Nacional no cuenta con periodistas capaces de criticar a Macri, pese a la presencia de conocidos periodista e intelectuales kirchneristas como Anguita, Feinmann y Wainfeld. Ni qué hablar de lo sucedido en la televisión pública donde conocidos periodistas kirchneristas fueron eyectados de los lugares de trabajo dentro de la emisora. Hoy Macri está fuertemente respaldado por el poder mediático concentrado y resulta difícil encontrar voces disidentes en los canales de cable más populares. Uno de los objetivos fundamentales de Cambiemos es terminar de una vez por todas con el periodismo militante. Le faltó aclarar: el periodismo militante favorable al kirchnerismo. Porque el otro periodismo militante, el favorable al macrismo, hegemoniza casi todos los medios de comunicación, públicos y privados. En política exterior Macri impuso, como era de esperar, un cambio radical. A partir del 10 de diciembre el país le dijo adiós a Venezuela y al grupo BRICS y le dio la bienvenida a Estados Unidos y Europa. El acuerdo con los holdouts se inscribe dentro de este cambio de paradigma, al igual que la visita a fines de febrero del presidente galo Hollande.
El 1 de marzo el presidente dio su primer discurso ante la Asamblea Legislativa. Ante la sorpresa de muchos fue muy duro con el kirchnerismo. Cuando acusó a Cristina (se cuidó de no nombrarla en ningún momento) de ser la responsable de la inflación que estamos padeciendo, el bloque de legisladores K lo abucheó generando una situación de bastante tensión que afortunadamente duró unos pocos minutos. El discurso presidencial fue ensalzado por los macristas y criticado por los kirchneristas. Lo cierto es que Macri aún considera necesario polemizar con Cristina, alejando al resto de la oposición del centro del ring.
Así como Néstor y Cristina Kirchner se propusieron desmenemizar el país, Macri pretende deskirchnerizar a esa misma sociedad que un día vota por el negro y al tiempo lo hace por el blanco. Se trata de cambios muy radicalizados que ponen en evidencia lo endeble que somos como nación. Al día siguiente del triunfo de Macri en el ballottage Página 12 tituló: “Una victoria. Dos países”. Ese título sintetiza a la perfección el drama argentino, drama que Macri parece empecinado en ahondar.
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