Por El Pingüino
Estela de Carlotto dijo que Scioli será un presidente de transición, es decir, un presidente ocupado exclusivamente en preparar el terreno para el regreso triunfal de Cristina en 2019. Máximo Kirchner manifestó que el kirchnerismo entregaba en diciembre el gobierno pero no el poder, dando a entender que Scioli no será más que un Chirolita de la actual presidenta de la nación.
La respuesta del candidato presidencial del FPV no se hizo esperar. Afirmó que no piensa ser un presidente de transición, dando a entender que su intención es permanecer en el poder 8 años. Estas expresiones ponen de manifiesto la existencia en el oficialismo de dos sectores antagónicos que lucharán descarnadamente por el poder a partir del 10 de diciembre: el cristinismo y el sciolismo.
El cristinismo y el sciolismo poco tienen en común fundamentalmente porque Cristina y Scioli son como el agua y el aceite, es decir, antagónicos. La presidenta jamás toleró al gobernador bonaerense. Desde que acompañó a Néstor Kirchner a partir del 25 de mayo de 2003 a la fecha, Cristina siempre procuró descolocar a Scioli, maltratarlo, presionarlo con la coparticipación, desgastarlo con todo lo que tuviera a su alcance. Pese a todos sus esfuerzos jamás logró desestabilizarlo emocionalmente. En este sentido Scioli demostró poseer una extraordinaria capacidad para resistir todos los embates presidenciales. No resulta sencilla la convivencia política cuando colisionan dos personalidades tan diferentes como las de la presidenta y el candidato presidencial del FPV. Cristina es temperamental, visceral, ama redoblar la apuesta. Scioli es el emblema del diálogo y el consenso. Cree que la política es esencialmente acuerdo y buena convivencia. Por el contrario, la presidenta cree que la política es lucha, disenso y antagonismo. Ideológicamente Cristina es de centro izquierda mientras que Scioli es de centro derecha. Si bien en lo económico ambos son intervencionistas, según lo dicho por Scioli al presentar su programa económico estaría más cerca de la ortodoxia de lo que muchos suponen. Al escuchar a Miguel Bein, por ejemplo, salta a la vista las grandes diferencias que lo separan de Axel Kicillof.
¿Por qué, entonces, Scioli es el candidato del FPV? Por una sencilla y contundente razón: porque no está en este mundo Néstor Kirchner. Si estuviera vivo sería el candidato presidencial del FPV. Su lamentable deceso obligó a la presidenta a prestar mucha atención al tema de la sucesión presidencial que con el correr de los años se transformó en el problema político central del kirchnerismo. Imposibilitada la presidenta de presentarse en 2015 el gobierno nacional no tuvo más remedio que buscar al candidato mejor posicionado en las encuestas. Pues bien, ese candidato resultó ser Daniel Scioli. Con ese dato incuestionable Cristina obró con pragmatismo. Antes que perder la elección presidencial prefirió la victoria pagando un costo político considerable: bendecir la candidatura de su enemigo íntimo.
Sin embargo, el apoyo de la presidenta sólo se refiere a la candidatura de Scioli. Ella desea que Scioli gane la elección presidencial pero jamás va a tolerar que el flamante presidente se independice del cristinismo. En otros términos: Cristina apoyará a Scioli siempre y cuando Scioli no saque los pies del plato, que gobierne tal como lo viene haciendo el matrimonio K desde mayo de 2003. El problema es que Scioli no es Cristina. Scioli tiene en mente ser él el presidente porque seguramente tiene intenciones de quedarse ocho años en el poder. Pero ese no es, precisamente, el plan de Cristina. Como la presidenta tiene intenciones de retornar en 2019 seguramente habrá una colisión entre ambos. Más que una colisión, se tratará de una tormenta perfecta. Salvo que Scioli demuestre desde un principio un apego total a la filosofía política del kirchnerismo, comenzará a sufrir desde muy temprano los mandobles de Cristina.
Frente a este probable panorama si Scioli llega a la presidencia, algunos analistas han rememorado el caso de Héctor Cámpora al llegar a la presidencia en mayo de 1973. En aquel entonces se hablaba de Cámpora al gobierno, Perón al poder. En julio el Tío renunció presionado por Perón y a partir de entonces la guerra interna fue incontrolable. Es muy difícil que algo parecido suceda a partir del 10 de diciembre, básicamente porque el contexto político es harto diferente. En 1973 sonaban las balas. En 2015, afortunadamente, no. Pero ello no significa que no se desate una guerra política entre Cristina y Scioli por el poder. En este sentido, las palabras citadas al comienzo del hijo presidencial son harto elocuentes. ¿Aceptará Scioli semejante imposición? Como la respuesta es negativa el futuro presidente se moverá en un terreno repleto de arenas movedizas.
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