Por El Pingüino
Estela de Carlotto acaba de sacudir el tablero político nacional al manifestar que Scioli será un gran presidente de transición, dando a entender que su misión será dejar el camino libre de obstáculos para el retorno de Cristina en 2019. La reacción del sciolismo no se hizo esperar. El propio Scioli, luego de reconocer la lucha de Estela de Carlotto, dijo, en relación con su polémica expresión, que sólo Dios sabe qué sucederá en el futuro. Las palabras de Carlotto y el enojo de Scioli no hicieron más que poner en evidencia la tensión que se vivirá entre el cristinismo y el sciolismo en caso de ganar el gobernador bonaerense la elección presidencial.
Sucede que ambos sectores se profesan mutua desconfianza. La presidenta jamás soportó a Scioli. Cada vez que se le presentó una oportunidad lo maltrató bastante. Hasta llegó a negarle los fondos que el gobernador necesitaba para pagar el aguinaldo. También su antecesor, Néstor Kirchner, no fue “bondadoso” con él. Por un acto de “indisciplina” no dudó en desmantelarle la Secretaría de Turismo que estaba a su cargo. Entre Cristina y Scioli hay diferencias que son insalvables, tanto desde el punto de vista personal como ideológico. Cristina es de una fuerte personalidad lo que le permite poner en práctica una estrategia política que enloquece a sus enemigos: doblar siempre la apuesta. Divide a la sociedad en amigos y enemigos y con los traidores es implacable. Scioli es la antítesis. No digo que no posea personalidad sino que su forma de ser nada tiene que ver con ese torbellino que es Cristina. Scioli siempre ha hecho un culto del diálogo y el consenso. Le sonríe a todo el mundo. Es amigo de todo el mundo. Resulta por demás evidente que hace de la hipocresía un culto porque es imposible ser amigo de todos, sobre todo en el complicado mundo de la política. Tiene una capacidad de aguante increíble y le encanta presentarse como el gran componedor. También hace de la victimización un culto. En el terreno ideológico las diferencias son, a su vez, elocuentes. Cristina es partidaria de la intervención del Estado en la economía y en el ámbito internacional es partidaria del multilateralismo. Es una típica exponente de la izquierda del peronismo. Scioli, por el contrario, es conservador. Si bien ha jurado y perjurado que no la política del ajuste perpetuo, entre su equipo económico figuran economistas muy cercanos a la ortodoxia, como Miguel Bein. Si bien es partidario del multilateralismo ha reconocido que la Argentina no puede seguir peleada con Estados Unidos y Europa. Está más cerca de Macri y Massa que de Cristina, en suma.
¿Por qué, entonces, Scioli es el candidato a presidente por el Frente para la Victoria? Por una sencilla y contundente razón: porque es el único, dentro del campamento kirchnerista, capaz de garantizarle al oficialismo la victoria en las elecciones presidenciales. Cristina se vio obligada a bendecir su candidatura porque no tuvo más remedio. Dejó de lado sus emociones e hizo primar su raciocinio. A esta situación se llegó porque el candidato natural para sucederla siempre fue su esposo, Néstor Kirchner. Lamentablemente, el 27 de octubre de 2010 falleció y todo el plan político de permanencia en el poder que el matrimonio había elucubrado se desmoronó como un castillo de naipes. A partir de entonces la sucesión presidencial se transformó en uno de los problemas más serios que se le presentó a la presidenta de la nación. Ausente Kirchner e imposibilitada de competir en 2015, Cristina bendijo a una serie de candidatos hasta que, a raíz de la contundencia de la realidad, se rindió y aprobó la candidatura de Scioli.
Una vez oficializada la candidatura del gobernador bonaerense todos comenzaron a preguntarse si Scioli, en caso de ser presidente, estaría en condiciones de independizarse de Cristina o no sería más que una marioneta. Expresado en otros términos: ¿a partir del 10 de diciembre el poder será ejercido por el sciolismo o seguirá en manos del cristinismo? Todo hace pensar que, en caso de ganar Scioli, surgirá una dura lucha por el poder entre ambas facciones. Scioli ha demostrado ser dueño de una gran capacidad de aguante y no da la sensación de que se resigne a ser el “Chirolita” de Cristina. Y la presidenta viene demostrando últimamente que no está dispuesta a recluirse en El Calafate luego del 10 de diciembre. Como Scioli tiene en mente continuar en el poder en 2019 y Cristina pretende retornar a la Rosada ese mismo año, cualquiera se da cuenta de que estamos en las vísperas de una tormenta perfecta.
Más historias
La dramática y fascinante historia argentina Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810
La dramática y fascinante historia argentina Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810
La dramática y fascinante historia argentina Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810