Por El Pingüino
Mauricio Macri sorprendió a todos cuando hace cuatro años apadrinó la candidatura de Miguel Torres del Sel a la gobernación de Santa Fe. Famoso cómico, su ignorancia sobre todo lo que concierne a la política era, en aquel momento, supina. Sin embargo, estuvo ahí nomás de ganar la elección.
Su principal competidor, el actual gobernador Antonio Bonfatti, pasó ese domingo una de los peores días de su vida como político. Cuando se hizo de noche Del Sel ganaba cómodo por tres puntos de diferencia y de repente se cayó el sistema. Cuando retornó, la diferencia seguía siendo de tres puntos…pero a favor de Bonfatti. Al rato, el socialismo festejó la victoria que fue convalidada por el macrismo. Muchos rumores se tejieron a raíz de esa extraña caída del sistema informático. Rubén Sauro, que en ese entonces conducía por Televisión Regional “Nadie sabe cómo”, dijo al aire que, de acuerdo a sus fuentes, Del Sel había ganado pero que a raíz del miedo escénico que lo invadió, reconoció que no estaba preparado para semejante función y decidió bajarse. Luego de arduas negociaciones retornó el sistema con Bonfatti como ganador…
Del Sel finalmente no ganó pero fue un serio llamado de atención para la “clase política tradicional”. Un personaje de la farándula, sin ninguna formación política, fue votado por un buen número de santafesinos, relegando a un lejano tercer lugar a Agustín Rossi, un político muy formado y con una larga trayectoria política. Es probable que todo el peronismo antikirchnerista que responde a Reutemann haya salido en bloque a votarlo a Del Sel en aquella oportunidad para vengarse de Rossi por su actitud durante el conflicto por la 125. Pero no explica el aluvión de votos que se volcó por el ex Midachi proveniente de los sectores bajos del electorado. Es probable que ese sector se haya sentido identificado con “la Tota”, el popular personaje creado por Del Sel, y haya tomado la decisión de que “la Tota” sea gobernadora de la Bota. Dos años después, Del Sel volvió a presentarse, esta vez en la elección a diputado nacional. En esa oportunidad no repitió los guarismos de 2011 pero hizo una buena elección ya que cerca de 600 mil santafesinos volvieron a votarlo. Del Sel había dejado de ser una sorpresa. Ahora, en 2015, está decidido a ser el gobernador y todo parece indicar que su sueño puede hacerse realidad. Si bien las encuestas, al menos las públicas, brillan por su ausencia, se rumorea que el ex Midachi supera en intención de voto a Miguel Lifschitz, quedando relegado a un lejano tercer puesto Omar Perotti, ex intendente de Rafaela y candidato a gobernador del Frente para la Victoria.
Los políticos históricos, aquellos que han basado su carrera política en la militancia, se sienten ofendidos por la irrupción en la escena política de Miguel del Sel. Consideran que es una vergüenza que una parte importante del electorado de la Bota vote por alguien a quien consideran un analfabeto político, un machista que le falta el respeto a las mujeres, que dice frases huecas, que, en definitiva, es un insulto para la política como profesión. Ello demuestra la impotencia que invade a los políticos tradicionales de Santa Fe frente a un fenómeno como el de Del Sel. Como dirían los partidarios de Binner “lo ven crecer, lo ven crecer, y no lo pueden detener”. Y no lo pueden detener porque muchos santafesinos están enojados con la clase política tradicional. Lo están porque se sienten estafados, engañados. No es casualidad lo de Del Sel en Santa Fe y lo de Macri en el país. Es probable que los votos que ambos recibirán en este año electoral sean el fruto del hartazgo y el fastidio que impera en vastos sectores de la sociedad por los políticos tradicionales. En este sentido, fue muy inteligente Macri al presentarse como lo nuevo en política, como la tercera vía, equidistante tanto del peronismo como del radicalismo, es decir, de lo viejo de la política. Del Sel sería la implantación en Santa Fe de la tercera vía proclamada a nivel nacional por Macri. Lo que más duele es que para logarlo Macri se vale, al menos en el caso de la Bota, de alguien alejado por completo del ambiente político. Pero en política lo único que valen, como bien sentenció el Lole, son los porotos que se cuentan al final del escrutinio. Y el ex Midachi es el único en Santa Fe que le garantiza a Macri un excelente conteo de esos porotos.
En realidad, Macri no inventó absolutamente nada. Sólo es un fiel discípulo de quien introdujo esta novedad en la Argentina: Carlos Menem. A principios de los noventa el riojano hizo debutar en política al propio Reutemann y a Palito Ortega y ambos terminaron siendo gobernadores de sus respectivas provincias, Santa Fe y Tucumán. Pícaro e intuitivo, Menem olfateó un cambio de sentimiento popular respecto a la clase política. Y obró en consecuencia. En Santa Fe, Reutemann, con la ayuda inestimable de la ley de lemas, se coronó gobernador en 1991 y repitió en 1999. Del Sel sigue los pasos del Lole. No es casualidad, por ende, su apoyo al ex Midachi y a Macri. No hace más que confirmar que Carlos Menem tuvo razón: si los integrantes de la farándula son más eficientes que los políticos tradicionales para sacar más votos, entonces hay que farandulizar la política. La decadencia de éstos explica en buena medida el éxito político de aquéllos. Y a llorar a la Iglesia.
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