Por El Pingüino
El domingo 1 de marzo la presidenta de la nación dio su último discurso ante la Asamblea Legislativa. Durante más de tres horas y media hizo un repaso de su paso por el poder, defendió con vehemencia las medidas de inclusión social y se hizo tiempo para hacer referencia al caso AMIA y al fiscal Nisman, íntimamente ligados.
El cielo estaba plomizo, lo que no impidió que una multitud abarrotara la Plaza de los Dos Congresos y zonas aledañas. Algunos hablaron de unas 400 mil personas, con el evidente propósito de comparar la manifestación con la del 18F. Los adversarios al gobierno nacional seguramente celebraron su despedida como oradora ante la Asamblea Legislativa, sin percatarse de que la presidenta no hizo más que cumplir con un rito constitucional. En efecto, la presidenta habló por última vez en el Congreso nacional ante las dos Cámaras legislativas por la sencilla razón de que así lo dispone la Constitución. No es mérito de la oposición el que la presidenta no pronuncie más un discurso de esta índole-al menos por los próximos cuatro años-sino que no es más que el resultado de lo consagrado por la Carta Magna. Afortunadamente, Cristina le pondrá la banda presidencial el próximo 10 de diciembre a quien resulte ganador en los comicios presidenciales, tal como acontece en cualquier democracia desarrollada.
Durante su largo discurso, la presidenta abrumó con cifras y datos, poniendo una vez más en evidencia una memoria privilegiada y una excelente oratoria. Defendió con ahínco la Asignación Universal por Hijo, el Plan Procrear y los otros planes sociales que permitieron a millones de argentinos ingresar al sistema. La política de inclusión social ha sido un bastión del gobierno nacional, muy valorado por la ciudadanía, a tal punto que ningún precandidato presidencial de la oposición se ha atrevido a ponerla en discusión. Hasta Mauricio Macri, situado en las antípodas ideológicas del kirchnerismo, ha reconocido que, de llegar a la presidencia, respetará la política de inclusión social ejecutada por el kirchnerismo. El acto transcurrió con normalidad. Estuvo ausente el vicepresidente Boudou, quien por esas horas estaba en Uruguay asistiendo a la asunción del doctor Tabaré Vázquez, sucesor de Mujica. El presidente de la Corte Suprema, blanco de los dardos de la presidenta, se sentó al lado de su enemiga íntima, la Procuradora General Alejandra Gils Carbó, quien a su vez gozó de la compañía del gobernador Scioli. Evidentemente, alguien de protocolo quiso sentir molestos al presidente de la Corte y al gobernador bonaerense…
El momento más tenso se vivió cuando Cristina aludió a la Embajada de Israel, la AMIA y al fiscal Nisman. Criticó severamente a la Corte Suprema, a la que acusó de no haber hecho prácticamente nada por esclarecer la voladura de la Embajada de Israel, hecho acaecido en marzo de 1992. En ese momento, la presidenta se dirigió a un grupo de legisladores opositores que portaban pancartas que aludían a la AMIA. Cistina no pudo soportar la provocación y montó en cólera. Dijo con vehemencia que durante 20 años se había ocupado del caso AMIA y sentenció, palabras más, palabras menos, que nadie tenía la autoridad moral para criticarla en este punto. Sobre el fiscal Nisman utilizó la desestimación del juez Rafecas de su denuncia para criticarlo una vez más. Rafecas dio a conocer en su escrito la existencia de un documento que tenía guardado en su caja fuerte donde alababa sin rodeos la estrategia ejecutada por Cristina en los foros internacionales sobre el caso AMIA. ¡Cómo es posible!, bramó la presidenta, ¡que mientras el fiscal Nisman efectuaba la denuncia por todos conocida, al mismo tiempo guardaba en su caja fuerte un documento en el que reconocía todo lo que ella había hecho hasta ese momento por el esclarecimiento de la voladura de la AMIA! ¿A cuál Nisman hay que creerle, entonces?, preguntó en tono inquisitorial.
En un momento dado, dio la impresión de que hacía referencia a una probable candidatura al Congreso o al Parlasur. No fue muy precisa al respecto, pero expresó que le gustaría tener la oportunidad de retornar a aquellos años donde debatía con los legisladores temas de relevancia institucional. ¿Será la presidenta candidata a alguna banca este año? Cristina maneja como pocos el arte de lo imprevisto, con lo cual no hay que descartar absolutamente nada. De lo que nadie duda es que la presidenta es el cuadro político más importante del país y podría tranquilamente competir por una banca en el Congreso en representación del pueblo bonaerense. Después de todo, ya lo hizo en 2005, cuando venció fácilmente en Buenos Aires a la esposa del ex presidente Duhalde. El que más sufriría si la candidatura de Cristina se efectiviza es Daniel Scioli ya que se vería obligado a hacer una mejor elección que la presidenta en territorio bonaerense para evitar quedar condicionado por ella si eventualmente la sucede en la Casa Rosada. Pero todas son, obviamente, conjeturas, ya que nadie sabe qué hará la presidenta en este sentido. Lo único cierto es que la presidencia de Cristina está llegando a su fin, luego de ocho intensos y extenuantes años, y que los libros de historia seguramente le reservarán un capítulo destacado.
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