22 noviembre, 2024

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ES MÁS QUE UNA ELECCIÓN PRESIDENCIAL

K

Por El Pingüino

 En agosto se llevarán a cabo las PASO y en octubre las elecciones presidenciales. Si es necesario, habrá ballottage en noviembre.
En toda democracia desarrollada y estable, la elección a presidente es un acontecimiento importante pero absolutamente normal, encuadrado dentro de lo estipulado por la constitución.

Se presentan varios candidatos con sus respectivas plataformas electorales pero siempre en comunión con los valores fundamentales consagrados en el texto constitucional. Los comicios presidenciales que tendrán lugar en el país durante el segundo semestre no serán en absoluto como los que se llevan a cabo en otras democracias occidentales. Porque lo que se juega en octubre es mucho más que un recambio de presidente de la nación; lo que se juega es nada más y nada menos que la continuidad o no del paradigma instaurado por Néstor Kirchner en mayo de 2003.

 

Cuando Carlos Menem asumió el poder en julio de 1989 impuso la economía popular de mercado, en sintonía con Álvaro Alsogaray, con quien había sellado una alianza que terminaría por destruir a la Unión del Centro Democrático. Pragmático y astuto, Menem se adecuó rápidamente al nuevo orden mundial imperante legitimado por la ideología neoliberal. Lo que hizo Menem fue gobernar en función de ese paradigma a sabiendas de que nada tenía que ver con el peronismo histórico y sus banderas de la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. El paradigma neoliberal estuvo vigente hasta que se produce su implosión en diciembre de 2001. La caída de De la Rúa fue más que la caída de un gobierno; fue la demolición cultural del paradigma neoliberal. Néstor Kirchner asume el 25 de mayo de 2003. Delante de la Asamblea Legislativa da un discurso histórico porque anuncia que su gobierno no continuará rigiéndose por el paradigma neoliberal sino por otro basado en el progresismo, la inclusión social y el desarrollo económico. En buen romance: Kirchner anunciaba el fin de la economía de mercado y el comienzo de una economía regida por el Estado. Esta decisión molestó sobremanera a un poder económico concentrado habituado a tratar al presidente de turno como a un empleado suyo. Con Kirchner la política recuperó su autonomía frente a la economía lo que implicó en los hechos un cambio radical de las reglas de juego. Ello no significa ni mucho menos que el kirchnerismo produjo una revolución social y económica. Por el contrario, el capitalismo siguió vigente y las corporaciones continuaron ganando mucho dinero, pero ahora el presidente era, precisamente, presidente de la nación y no un representante del círculo rojo en la Casa de Gobierno. El enojo de las corporaciones se debe, pues, a que con Kirchner dejaron de tener la sartén por el mango. La agenda dejó de ser manejada por el poder económico concentrado para quedar en manos del presidente, como corresponde a toda democracia que se precie de tal.

 

El círculo rojo toleró como pudo a Néstor Kirchner. Pero no soportó que el patagónico designara a su esposa, Cristina Fernández, su sucesora en la presidencia de la nación. Cristina, más ideológica que Kirchner, profundizó el antagonismo entre el paradigma que había instaurado su esposo en 2003 y el paradigma ortodoxo. La respuesta del círculo rojo no se hizo esperar: la resolución 125 de marzo de 2008 fue el pretexto que tuvo el orden conservador para dar comienzo a una guerra sin cuartel contra Cristina. El objetivo no era otro que forzarla a la renuncia para que se convoque rápidamente a elecciones presidenciales que consagren a un presidente que acepte el “orden natural de las cosas”. Desesperado por volver al escenario de la década del noventa, el círculo rojo no se ha cansado de hacerle la vida imposible a la presidenta de la nación. Para ello montó una formidable fuerza bélica compuesta por las tradicionales corporaciones económicas como la Sociedad Rural, la UIA y los grandes bancos, por el poder mediático concentrado (el Grupo Clarín y compañía), por la corporación judicial y por los soldados de la causa, los políticos de la oposición. Con aciertos y con errores, Cristina viene resistiendo el ataque de este formidable enemigo con una entereza admirable. Pese a ser reelecta en 2011 con el 54% de los votos y de contar con mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso, el círculo rojo continuó con su embestida continua hasta llegar al momento más delicado de la contienda: la muerte política del fiscal Nisman. Este hecho le vino como anillo al dedo ya que encontró el mártir que necesitaba para justificar el ataque final contra el gobierno nacional.

 

Cristina terminará su mandato pero la meta del círculo rojo es que llegue a las presidenciales destruida, imposibilitada de digitar a su sucesor. Su objetivo no es otro que crear las condiciones para el retorno a los dorados años noventa. Por eso es que las elecciones presidenciales de octubre no serán elecciones ordinarias. No lo serán porque lo que está en juego no es el recambio presidencial sino la continuidad o no de la autonomía de la política respecto a la economía, la posibilidad de tener un presidente tal como lo establece la constitución o un mandadero del orden establecido