Sobrevivientes del centro clandestino de detención y organizaciones de derechos humanos participaron del comienzo de las obras que dirige Alejandra Buzaglo. Tiraron abajo la pared en la que en 1976 había una puerta a la sala de torturas.
Cuando tenía cinco meses, Josefina Victoria Tosetto González fue golpeada por el represor Agustín Feced para que hablara su mamá, Rut González, luego ejecutada en cautiverio el 5 de octubre de 1976. Era una beba, y tuvieron que extirparle el bazo por los golpes recibidos. Ayer, Josefina abrazó a otros sobrevivientes, lloró y esperó su turno para golpear la maza y el cortafierro. Fue en el puntapié inicial para las obras de remodelación del ex centro clandestino de detención Servicio de Informaciones, que estarán terminadas en 150 días, con un presupuesto de más de 1,8 millón de pesos (ver recuadro). Con lágrimas en los ojos, y sin decir una palabra, la Tana golpeó para abrir un agujero en la pared en la que en 1976 había una puerta que comunicaba la oficina de José Lofiego con la sala de torturas. Diputada nacional por el Frente para la Victoria, la Tana volvió a ser ayer, en esos instantes, la niña torturada en el centro clandestino de detención Servicio de Informaciones. «Perdón porque no pude hablar. Este es el último lugar donde estuve con mi mamá y me emocioné mucho», dijo un rato después.
El primero que golpeó fuerte sobre la estructura fue Luis Mejías, también sobreviviente del SI. Al terminar, se abrazó a su compañera Mónica Garbuglia y estalló en llanto. El abrazo se hizo múltiple, extendido a sus compañeros y compañeras. «No puedo hablar ahora. Estamos en la oficina del «Ciego». De los diez días que pasé en el SI, ocho o nueve estuve en este lugar», se excusó otro sobreviviente, Esteban «Gauchito» Mariño. «Por todos los compañeros que pasaron por acá, que son cientos, y que no pueden estar con nosotros», llegó a decir Viviana Nardone antes de empuñar el martillo. «Por mi viejo, por mi viejo», gritó sollozando Paula Luna, la hija de Daniel Gorosito, desaparecido desde el 28 de octubre de 1976. «Yo también quiero, por Carmencita», dijo Natacha Rivas, la hija de Carmen Lucero, sobreviviente, secuestrada a los 16 años y torturada sin tregua en la sala contigua. Fue un momento distendido, porque Natacha es muy petisa, y algunos bromearon: «Podés golpear más abajo».
El espacio era pequeño para albergar a los sobrevivientes y militantes de derechos humanos que ayer – con esa demolición colectiva- dieron comienzo a las obras de remodelación del antiguo SI para convertirlo en un sitio de memoria.
Las obras están al mando de la arquitecta Alejandra Buzaglo, de largo recorrido en el tema, y son producto de la escucha a sobrevivientes y organismos de derechos humanos. «Un proyecto elaborado colectivamente», dijo ayer Nadia Schujman, funcionaria de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, quien subrayó: «Es un espacio tan importante para los que estamos acá y para toda la ciudad».
Por el Servicio de Informaciones ubicado en la ochava de San Lorenzo y Dorrego, una esquina de la antigua Jefatura de Policía, pasaron unos 2000 detenidos desaparecidos. En las causas Díaz Bessone y Nast se juzgaron a algunos responsables de los delitos de lesa humanidad cometidos allí. Por la causa Díaz Bessone, Lofiego cumple prisión perpetua en la cárcel de Marcos Paz. Mario «Cura» Marcote está condenado a 25 años. Ramón «Sargento» Vergara debe purgar 12 años y José Scortecchini, 10. Carlos «Caramelo» Altamirano fue condenado a perpetua. Lucio «Ronco» Nast, Julio «Eduardo» Fermoselle, Ernesto «Managua» Vallejo y Eduardo «Picha» Dugour recibieron 22 años de prisión; a Ramón «Rommel» Ibarra lo condenaron a 20 años, a Ovidio «Vasco» Olazagoitia le dieron 18 años, a Lofiego 12 años (sólo por dos casos), a Ricardo «Conejo» Torres ocho años y en cambio, por una «duda insalvable» absolvieron a Pedro Travagliante. Otros, como el interventor de la policía rosarina, Feced, y uno de los jefes del CCD, Raúl Guzmán Alfaro, gozaron de una muerte impune.
De todo eso se hizo cargo Ramón «Gato» Verón, secretario de Derechos Humanos de la zona sur, cuando tomó la maza. «Sepan que acá pasó gente joven como ustedes», dijo, dirigiéndose a los albañiles que realizarán la remodelación. «Van a encontrar mucha energía dando vueltas. Es una enorme emoción poder compartir este momento con los compañeros trabajadores», dijo el Gato, sobreviviente de otro CCD, Fábrica de Armas.
En esa pared quedará un boquete, descarnado, para que los visitantes – entre ellos, alumnos de escuelas- puedan ver claro ese paso de la oficina donde se hacía el «ablande» a la sala de torturas. «Lo hemos rascado como un palimpsesto, pocos saben que en 1910 este lugar era la casa del Jefe de Bomberos, por eso la separación del resto del edificio», dijo Buzaglo, quien subrayó que «en este ir rascando capa sobre capa podemos ir revelando y confirmando lo que relataron los sobrevivientes». Para la arquitecta, es importante que «con las luchas de tantos años, este espacio volvió a ser de todos». Buzaglio expresó a los sobrevivientes: «Espero que cada uno encuentre eso que contó, que relató». Por eso, propuso empezar de ese modo con las obras. «Que la primera acción la hagamos nosotros», arengó.
Antes del comienzo de la demolición, a la pregunta de «¿cómo estás?», la Tana respondió tomando la mano de su interlocutora para llevarla a su corazón. Era fácil percibir los latidos rápidos y fuertes. Tosetto González repreguntó: «¿Aparte de esto?». Acompañada por su prima Clarisa Vitantonio, hija de Estrella González y Héctor Vitantonio, asesinados también por la patota de Feced el 5 de octubre de 1976, Josefina hizo de su emoción un momento histórico, al empuñar la maza que dejará al descubierto el paso a la sala donde cientos de militantes políticos fueron torturados.
FUENTE: ROSARIO 12 / Por Sonia Tessa
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