Por El Pingüino
El miércoles 18 se desarrollará la denominada “Marcha del Silencio”, convocada por un grupo de fiscales federales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fuertemente enfrentados con la presidenta de la nación, enfrentamiento que se profundizó a raíz del hallazgo del cadáver del fiscal especial de la causa AMIA, Alberto Nisman.
Los padrinos de la marcha son los poderosos fiscales federales Moldes y Plee, de larga trayectoria en el ámbito judicial y que ejercen una profunda influencia en los tribunales de Comodoro Py. Los restantes fiscales federales que participarán en la marcha son Marijuán, Campagnoli y Stornelli, quienes compiten por demostrar en televisión quién es más anti K. La marcha promete ser multitudinaria y seguramente lo será ya que un importante sector de la sociedad porteña es marcadamente antigubernamental. Se trata de una marcha marcadamente política, organizada y preparada para demostrarle a la presidenta de la nación el poder de fuego de la corporación judicial, fuertemente enfrentada con el gobierno nacional desde que irrumpió en el escenario judicial la agrupación “Justicia Legítima”, apadrinada por el ex juez de la Corte Raúl Zaffaroni.
Nadie duda de que la muerte política de Alberto Nisman es un hecho gravísimo, que afecta profundamente a la joven democracia argentina. Su pronto esclarecimiento es insoslayable para que la sociedad recupere la confianza en una de las instituciones fundamentales de la democracia, el Poder Judicial. Lamentablemente, el rumbo de la investigación marcha a los tumbos, lo que siembra de dudas a la población respecto a la pronta dilucidación del caso. Todo es muy confuso. La fiscal del caso, Viviana Fein, se muestra dubitativa, como si la situación la hubiera sobrepasado mientras que la excesiva politización del caso en nada ayuda a que siquiera se observe una tenue luz al final del túnel.
También debe reconocerse la poca feliz actuación de la presidenta de la nación desde que se conoció la atroz noticia. Sus idas y venidas, marchas y contramarchas, su frialdad respecto a la muerte en sí de Nisman y su decisión de no darle a sus familiares las condolencias correspondientes, no hicieron más que crispar el ambiente y darle empuje a la marcha del silencio. Una vez más, Cristina optó por redoblar la apuesta ante el estupor de propios y extraños. Quizá la imputación del fiscal Pollicita sea la razón fundamental de la estrategia bélica que ha decidido poner en práctica la presidenta.
La politización de la marcha del silencio ha alcanzado ribetes sencillamente obscenos. La anunciada presencia en la marcha, escoltada por los fiscales organizadores, de la hija mayor del fiscal muerto y de su progenitoria, pone en evidencia hasta qué punto los fiscales anti K han decidido jugarse al todo o nada en esta guerra contra el gobierno nacional. Evidentemente, Nisman se ha convertido, como bien lo señaló Jorge Rial, en el mártir que el antikirchnerismo necesitaba para lanzarse de lleno a las calles para exteriorizar su bronca e indignación. En una actitud vergonzante, los precandidatos presidenciales de la oposición participarán de la marcha pero bien lejos de la “pole position”, ya que los fiscales anti K han expresado que marcharán solos, lejos de la clase política. La marcha del silencio ha puesto dramáticamente en evidencia la irrelevancia política de dichos precandidatos, cuya presencia o ausencia les es absolutamente indiferente a las miles de personas que asistirán. No es cierto que, tal como lo vienen pregonando los fiscales anti K, la marcha es en homenaje al fiscal muerto. El objetivo de la marcha es claramente antigubernamental y será utilizada por Clarín, La Nación y compañía para continuar esmerilando a Cristina. Se trata, en el fondo, de un paso más dado por el círculo rojo para desestabilizar al gobierno nacional.
La marcha del 18 lejos está de ser la primera marcha de estas características que se realiza en el país. En su edición del domingo 15, Horacio Verbitsky rememoró marchas históricas similares a la del 18 f. En septiembre de 1945, días antes del 17 de octubre, se celebró la “Marcha de la Libertad y la Constitución”, en contra de la figura que en ese momento había acaparado tres cargos gubernamentales: la secretaría de previsión social, el ministerio de guerra y la vicepresidencia de la nación. Tal figura no es otra que Perón.
El 11 de junio de 1955, cuando el antagonismo entre peronistas y antiperonistas había llegado al clímax, la tradicional celebración de Corpus Christi fue utilizada por el antiperonismo para manifestarse de manera aluvional contra Perón. El 23 de septiembre de ese año, al asumir como presidente de facto el general Lonardi, la Plaza de Mayo se cubrió de manifestantes antiperonistas. En 2004 el deleznable asesinato de Axel Blumberg legitimó la cruzada encabezada por su padre en demanda de un endurecimiento del Código Penal. Hubo varias marchas multitudinarias que terminaron por convencer a los legisladores de sancionar las “leyes Blumberg”. En 2008, horas antes de la crucial votación en el Senado de la nación de la resolución 125, la Mesa de Enlace organizó un multitudinario acto en el Monumento a Sarmiento, duplicando numéricamente al acto que en ese mismo momento encabezaba el ex presidente Kirchner delante del Congreso Nacional. A fines de 2012 y en abril de 2013 tuvieron lugar dos multitudinarios cacerolazos en contra de Cristina y de su gobierno. Todas estas manifestaciones fueron protagonizadas por los sectores más pudientes de la sociedad y tuvieron un marcado tono antiperonista. Aunque creo que conviene hacer una distinción: las manifestaciones de 1945 y 1955 fueron antiperonistas, fueron hechas contra Perón. No sucede lo mismo, me parece, con las posteriores marchas, en especial la manifestación por la 125 y los dos cacerolazos ya que su destinataria fue Cristina Kirchner, considerada por dicho sector social una “terrorista montonera”. Fueron marchas antikirchneristas o, si se prefiere, antimontoneras, lo que las distingue nítidamente, en cuanto al enemigo, de las anteriores.
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