Por El Pingüino.
Los argentinos estamos viviendo tiempos de confusión. Desde que apareció el cadáver del fiscal especial de la causa AMIA Alberto Nisman en la noche del domingo 18 de enero, los argentinos quedamos en estado de shock.
Nadie esperaba primero una denuncia como la efectuada por Nisman y segundo que apareciera muerto horas antes de asistir al Congreso para ampliarla. Ya durante la misma noche del domingo comenzaron a florecer las confusiones. Aparentemente el secretario de Seguridad Sergio Berni habría estado en el departamento de la víctima antes del arribo de la fiscal, algo que aún no ha sido aclarado. Desde un principio se sospechó de los custodios, tres de los cuales fueron removidos por sus contradictorias declaraciones. Apenas se conoció la tremenda noticia, el gobierno nacional enarboló la hipótesis del suicidio. “Todos los caminos conducen al suicidio”, sentenció Sergio Berni. Con el correr de los días esa hipótesis entró en un cono de sombras y la hipótesis del “suicidio inducido” o del homicidio cobró fuerza. La fiscal Viviana Fein se hizo cargo de la investigación y hace unas horas entró en colisión con la mismísima presidenta de la nación.
En efecto, en su aparición por televisión Cristina hizo referencia al retorno de Europa de Nisman enfatizando que había sido sorpresivo. Fein no piensa lo mismo: en las últimas horas sostuvo que el pasaje de retorno a Argentina para mediados de enero había sido adquirido por el fiscal en diciembre, con lo cual quedaría demostrado que su famoso viaje estaba programado. Como contraataque, el gobierno nacional hizo público un mail del fiscal en el que habla de la necesidad urgente de regresar de improviso a la Argentina. ¿En qué quedamos? Mientras tanto, un “periodista” del Buenos Aires Herald, quien fue el primero en informar sobre el hallazgo del cuerpo sin vida de Nisman, dijo no sentirse seguro en el país y se radicó en Israel. Otro “personaje” que adquirió notoriedad por estas horas es el señor Lagomarsino, quien fue el último en ver con vida a Nisman. Lagomarsino le entregó a Nisman, a su pedido, un revólver de escaso calibre el sábado 17 porque dijo no sentirse seguro.
En las últimas horas Lagomarsino, acompañado por su abogado defensor, dio una conferencia de prensa muy estudiada y donde sólo respondió preguntas el abogado penalista que lo asesora. El miércoles por la noche, durante el sepelio de Nisman, apareció el embajador de Estados Unidos en medio de aplausos. No corrió la misma suerte la procuradora Gils Carbó, quien al llegar en un auto con los vidrios polarizados fue insultada por los presentes.
El futuro de la causa es por demás incierto. Este cúmulo de confusiones no hace más que alimentar las peores sospechas. Por más que la fiscal intente convencernos de que se trató de un suicidio, la inmensa mayoría del pueblo está convencida de que se trató de asesinato o, si se prefiere, de un atentado político como hacía rato no se producía en la Argentina. Para algunos, la mismísima presidenta de la Nación es la principal sospechosa de ser la autora intelectual de la muerte del fiscal. Desesperada y arrinconada por la grave denuncia y las pruebas que tenía escondidas el fiscal, tomó esa drástica decisión para salvaguardar su pellejo, el de sus hijos y, por último, el de su gobierno. Así lo creen los caceroleros y ese es el mensaje que tratan de inocular, subliminalmente, los medios de comunicación enemigos del kirchnerismo Para otros (me incluyo), a Cristina lisa y llanamente le tiraron el cadáver del fiscal Nisman. ¿Con qué objetivo? Para esmerilar su autoridad, para socavar su legitimidad como presidenta de todos los argentinos. En otros términos: la muerte de Nisman fue un atentado político para sentar las bases de un golpe de Estado. Así lo sostiene, por ejemplo, el ex juez de la Corte Raúl Zaffaroni. Por supuesto que no se puede probar semejante hipótesis pero creo que es la más valedera. Creo sinceramente que la muerte política de Nisman ha sido hasta ahora el intento destituyente más serio llevado a cabo para demoler al gobierno nacional. Cristina sufrió otros, pero no de la envergadura de éste. Recuerdo el conflicto con el campo por la resolución 125 y la crisis desatada por el entonces presidente del Banco Central Martín Redrado, quien se negó a emplear reservas del Central para el pago de intereses de la deuda externa, tal como se lo había ordenado Cristina.
Lamentablemente, la incertidumbre y el desasosiego han vuelto a instalarse entre nosotros. Luego de pasar un diciembre en paz, creímos que durante el verano no pasaría absolutamente nada en materia política. La aparición del cadáver del fiscal Nisman nos demostró que los mercaderes de la violencia y el golpismo continúan estando al acecho, aguardando el momento menos pensado para lanzar sus furibundos golpes. De aquí a las elecciones presidenciales habrá que estar, por ende, más atentos que nunca.
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