Por El Pingüino.
El gobierno nacional había logrado sortear diciembre, mes que en la Argentina contemporánea significa violencia, desborde, anarquía.
En los primeros días de diciembre se produjo un alud de turistas a los más importantes centros veraniegos del país, en una clara demostración del boom del consumo que tanto le interesa al equipo económico. De repente, sin previo aviso, se produjo un tsunami político de impredecibles consecuencias. El miércoles 14 de enero, el fiscal especial designado por Néstor Kirchner para que entienda en la causa AMIA, Alberto Nisman, luego de regresar abrupta y sorpresivamente de Europa, lanzó la denuncia más impresionante de la historia política argentina: denunció a la presidenta de la nación, a su canciller, al diputado nacional y secretario general de la Cámpora, Andrés Larroque, a Luis D´Elía, a Fernando Esteche y a dos supuestos agentes de la SIDE, de haber orquestado un plan criminal tendiente a encubrir a los acusados iraníes por la voladura de la AMIA. Esa noche, en el programa “A dos voces”, Nisman se explayó durante más de media hora delante del periodista Alfano. La denuncia de Nisman causó conmoción en el gobierno nacional, en la oposición y en la sociedad en su conjunto. Como era de esperar, el oficialismo salió “con los tapones de punta”. Sus espadas dialécticas más relevantes, el jefe de Gabinete Jorge Capitanich y el Secretario General de la Presidencia, Aníbal Fernández, dijeron al unísono que se trataba de una denuncia alucinante carente de todo rigor probatorio. La oposición aprovechó este regalo invitando a Nisman al Congreso el lunes pasado para que ampliara, en una reunión a puertas cerradas, su histórica denuncia. Las principales espadas parlamentarias del kirchnerismo empezaron a contar los minutos hasta que llegara el Día D para poder así descerrajar sobre Nisman todo su arsenal dialéctico.
No pudo ser. Tanto la oposición como el oficialismo se quedaron con las ganas porque el lunes por la mañana, a primera hora, la sociedad quedó en estado de shock al enterarse de que el domingo a la noche había sido encontrado en su departamento el cadáver del fiscal Nisman. De repente, casi como por arte de magia, el escenario político argentino cambió abruptamente. Apenas se conoció la noticia, el gobierno nacional lanzó la hipótesis del suicidio. El secretario de seguridad de la nación, Sergio Berni, no se cansó de repetir durante las primeras horas posteriores al hallazgo del muerto, que todos los indicios conducían al suicidio. Ese lunes, la presidenta de la nación dio a conocer una extensa carta donde abonaba la hipótesis del suicidio. Con el correr de las horas quedó demostrada la complejidad del caso y el jueves Cristina dio a conocer otra carta donde reconoce que lo de Nisman había sido un asesinato, descolocando de manera rotunda a quienes dentro del oficialismo venían sosteniendo la hipótesis del suicidio. La segunda carta presidencial es de una extrema gravedad institucional porque lanza la hipótesis de que a Nisman lo hicieron venir de Europa engañado. Según Cristina, Nisman habría retornado sorpresivamente al país para hacer pública su denuncia sin saber que contenía datos falsos. En otros términos, le habrían dado mercadería podrida. En consecuencia, si el lunes hubiera asistido a la reunión parlamentaria el oficialismo lo hubiera destrozado. Ello no ocurrió porque a Nisman lo “limpiaron”. Según Cristina los que indujeron al fiscal a que presentara la denuncia en plena feria judicial estival lo necesitaban muerto después de haber cumplido con su cometido. El objetivo de toda esta macabra estrategia habría sido, según el enfoque presidencial, la desestabilización del gobierno nacional. Siniestro realmente.
A partir de ahora surge un nuevo escenario político. Nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que pasará de aquí al día de los comicios presidenciales. En realidad, nadie sabe a ciencia cierta qué sucederá en la Argentina la semana que viene. Lo fundamental, si realmente valoramos el valor Justicia, es que se sepa la verdad y nada más que la verdad. Es esencial para el futuro de la democracia argentina que se castigue a los culpables y que se sepa porqué mataron a Nisman. En caso contrario, la sociedad terminará por convencerse de que en este país reina la más absoluta impunidad y que únicamente se castiga a los perejiles. La “muerte dudosa” del fiscal Nisman nos ha conmovido profundamente a todos nosotros. Nadie esperaba un retorno tan fulminante de la violencia política, de esa violencia que en los setenta del siglo pasado casi termina por destrozarnos como nación. Parecería que hay algunos que pretenden reeditarla.
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