Por El Pingüino
La semana pasada el mundo se conmocionó con la noticia del atentado terrorista contra Charlie Hebdo, la revista de caricaturas que se hizo célebre por sus sátiras.
Dos hombres fuertemente armadas irrumpieron en la sede parisina de la revista y ultimaron a 12 personas, integrantes de Charlie Hebdo. Inmediatamente las fuerzas de seguridad francesas comenzaron una cacería humana que finalizó con la muerte de los terroristas. Mientras tanto, otro terrorista, vinculado con quienes atacaron la revista, tomó de rehenes a cuatro personas en un local judío y luego de horas de extrema tensión la policía ingresó al lugar a sangre y fuego. Saldo: el terrorista abatido y, lamentablemente, cuatro rehenes muertos. Francia quedó en estado de shock. Un perplejo Francois Hollande, presidente galo, dijo que el terrorismo islámico le había declarado la guerra a Francia y que lo que estaba en disputa era, nada más y nada menos, que la libertad del hombre. Inmediatamente, toda Europa salió a respaldar a Hollande y al pueblo francés, apoyo que se materializó el domingo cuando unos 50 jefes de Estado marcharon al lado del presidente francés mientras las calles de París albergaban a casi cuatro millones de personas que habían decidido salir de sus casas para repudiar en silencio el feroz ataque. A horas de haberse producido el atentado, la cancillería argentina emitió un comunicado donde repudia el hecho y destaca la firme determinación del país en su lucha contra toda forma de terrorismo. Sin embargo, para el monopolio mediático anti K el respaldo del gobierno nacional fue demasiado tibio. Marcelo Longobardi dijo al aire que el silencio presidencial estaba haciendo demasiado ruido y en la escasa manifestación del domingo en la puerta de la embajada francesa en Buenos Aires, lo mismo dijo Ricardo Alfonsín. Por si ello no hubiera resultado suficiente, el monopolio mediático anti K descerrajó toda su ira contra Cristina por no haber estado codo a codo con Hollande, Merkl, Rajoy y compañía para repudiar sin titubeos al terrorismo islámico.
La operación política montada por el Grupo Clarín fue por demás evidente. Aprovechó la ausencia oficial en la marcha y la no mención de la libertad de expresión en el comunicado de la cancillería, para dar a entender que el gobierno nacional, en el fondo de su corazón, entendía las razones que habrían llevado a los terroristas a cometer semejante ataque. Para ello, manipuló lo que dijo sobre el tema Florencia Saintout, decana de la facultad de periodismo de la Universidad Nacional de la Plata, quien consideró que había que contextualizar lo que había sucedido en París. Para colmo, se supo que el canciller Héctor Timerman había estado presente en la marcha pero como un ciudadano común, lo que no hizo más que avivar la fogata. La reacción de la presidenta de la nación fue la lógica ante acontecimientos de esta magnitud. Ordenó a la cancillería emitir un documento de apoyo al gobierno de Hollande y de solidaridad con los familiares de las víctimas, al tiempo que reafirmó la lucha de la Argentina contra todo tipo de terrorismo. Más claro, imposible. ¿Por qué, entonces, tanto alboroto con el comunicado, la ausencia oficial del gobierno en París y el silencio de Cristina? Todo ello se debe a que estamos en un año electoral, en un año donde lo que estará en juego es mucho más que el recambio presidencial. En efecto, las elecciones presidenciales de octubre no sólo determinarán quién sucederá a Cristina sino también, y fundamentalmente, qué modelo de país triunfará en las elecciones: el modelo de inclusión social con desarrollo instaurado por Néstor Kirchner en mayo de 2003 o el modelo neoliberal de la década del noventa que terminó en la implosión de diciembre de 2001.
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